Admito que el tal Tamayo tiene un aspecto sospechosísimo. Por más esfuerzos que haga -da igual quién: él, yo, ambos-, no hay manera de imaginarlo como víctima del atracón programático que pretende haber sufrido. Para mí que a este caballero le preocupa tanto la pureza del centrismo socialdemócrata -sea eso lo que sea- como a mí la evolución de la fase de gastrulación en los animales diblásticos.
Ambos nos dedicamos a otras cosas. Yo, a la escritura; él, por lo que parece, a las escrituras.
Su padre espiritual, José Luis Balbás, anuncia que «tarde o temprano el PSOE tendrá una escisión de centro-izquierda». De verdad que todo esto se parece cada vez más a un sainete de los Quintero. ¡Una escisión de centro-izquierda en el PSOE! ¿Para qué? ¿Para separarse del centro-derecha de Rodríguez Zapatero?
Tamayo, Balbás... De acuerdo: tienen una pinta malísima. Pero ¿han mirado ustedes la pinta del resto de los actores de la farsa política madrileña? Si diéramos por hecho que todos los políticos relacionados con negocios inmobiliarios son corruptos -y líbreme el cielo de pretender lo contrario-, ¿en qué se quedaría la Asamblea regional? ¿Tenía Tamayo otro aspecto o se dedicaba a otra cosa cuando fue puesto en la lista de candidatos de su partido en un lugar bien preferente?
Dice Alfonso Guerra que «todo el mundo sospecha que [los dos abstencionistas] han sido incitados por poderes económicos».¿Y qué? Parece mentira que el hermano de Juan Guerra siga dando valor definitivo a lo que sospecha «todo el mundo». Yo, hasta el momento, he constatado toda suerte de sospechas, pero no he conseguido ver ni una sola prueba de la corrupción de Tamayo y Sáez. Se ha abierto la veda y todo el mundo los llama de todo: «sinvergüenzas», «gángsters». Se les expulsa del partido manu militari sin darles siquiera audiencia y el personal aplaude entusiasmado. Soy de natural garantista: de veras que agradecería unos cuantos epítetos menos y alguna prueba más.
Lo que se está debatiendo aquí realmente no es la hipotética corrupción de dos representantes políticos, sino su indisciplina.Si Tamayo y Sáez hubieran votado la investidura del candidato socialista a la Presidencia de la Asamblea madrileña, nadie habría mencionado jamás sus nombres en ninguna parte, ni los habría puesto de vuelta y media, ni los habría seguido de hotel en hotel, ni habría interferido en sus negocios.
No se trata de expulsar de la vida política a los corruptos. Sólo de dejar claro que hay una cosa que es el guion, y que hay que respetarlo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social y El Mundo (14 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2017.
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