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2004/04/27 06:00:00 GMT+2

Contra los malos tratos

Mi hija fue ayer al médico de cabecera de la Seguridad Social porque tiene un dolor muy intenso y constante en una amplia zona que le abarca el cuello y el arranque de la espalda. El dolor le impide rotar la cabeza, así sea mínimamente. No es la primera vez que lo padece y está no sólo dolorida, sino también preocupada, porque trabaja ocho horas sentada y no es ésa precisamente la posición más favorable para una dolencia así.

La doctora que la atendió le recetó paracetamol. Y punto final. Mi hija, francamente cabreada, le dijo que no había ido hasta allí para eso, que el paracetamol ya se lo venía tomando por su cuenta y que lo que estaba pidiendo es que le averigüen la causa de los dolores, por momentos insoportables, para atajar el mal en origen. Ante la contundencia de sus quejas, consiguió que la doctora le hiciera algo más de caso, que le recetara un relajante muscular y que la mandara a hacerse unas placas de rayos X para ver cómo tiene las vértebras correspondientes. No tengo muy claro que sea eso ni lo mejor ni todo lo que cabría hacer, pero algo es algo.

Tengo el convencimiento de que si mi hija hubiera dicho que los dolores le habían venido a resultas de unos golpes propinados por su pareja de hecho, la doctora habría movilizado cuantos recursos hiciera falta para analizar su estado, no fuera a acabar denunciada como cómplice de malos tratos domésticos, que es la lacra por antonomasia en este momento.

Las empresas de trabajo temporal imponen condiciones de verdadera esclavitud, los patronos de las plantaciones del Mediterráneo fuerzan jornadas extenuantes por jornales de miseria, los precios de las viviendas alcanzan cotas imposibles, la regularización de la situación legal de los inmigrantes rivaliza con los trabajos de Hércules, la Seguridad Social atiende poco y tarde (*), todos los informes imparciales indican que las autoridades transigen con el empleo de la tortura en las dependencias policiales... y el Gobierno se lo toma como si todo ello estuviera en el orden natural de las cosas. Sólo habla de «prioridad absoluta» cuando se trata de malos tratos domésticos.

Supongo que no hará falta que declare mi aversión por la violencia de género. Pero no creo que esa aversión se demuestre mejor quitando importancia o haciendo como si no existieran los demás males sociales y las demás formas de violencia estructural.

Jesús Caldera, que no pasa día sin informar de los avances de la tramitación de la ley integral dedicada a esta materia, afirma ahora que, de todos modos, nadie espere que una ley ponga fin a la violencia de género. Quizá hiciera bien en reconocer que esa violencia hunde sus raíces en los cánones patriarcales que rigen nuestra sociedad y que sólo una auténtica revolución de las conciencias -poco compatible con el Concordato y el respaldo financiero a la educación religiosa, entre otras peculiaridades de esta España tan nuestra- podría ir poniendo verdadero remedio a la situación. Pero entonces lo mismo tendría que reconocer que para combatir la violencia estructural de las relaciones de explotación económica habría que poner en cuestión determinadas bases del sistema capitalista. Y hasta es posible que se diera cuenta que el anuncio hecho ayer por el BBVA, que dice que ha logrado un incremento del 30% de sus beneficios, es pornografía pura, porque esa ganancia da cuenta de las facilidades que tiene el poder financiero en España para exprimir a la gente sencilla.

Hay que combatir los malos tratos, desde luego. Pero a fondo, sin paternalismos... y todos.

 

(*) Que conste que no pongo en duda ni la buena voluntad ni la capacitación profesional de los trabajadores y trabajadoras de la Sanidad Pública. Ni mucho menos. La gran mayoría trabaja mucho y bien. Me consta. Se trata de un gremio en el que hay incluso una proporción inusualmente alta de gente atenta. Pero muchos médicos de cabecera se sienten presionados por sus superiores, que les previenen contra la concesión demasiado fácil de bajas laborales a personas que alegan sufrir dolores de difícil y costosa comprobación, y lo tienen crudo. En otros casos, el problema es que los medios son muy insuficientes para la demanda. Yo me encontré con que, para saber si podían quitarme ya la férula que llevaba en un brazo herido, me dieron cita... para un mes después. De nada valió que mi médico de familia dijera que el diagnóstico le hacía falta ya, no un mes más tarde. Con las intervenciones quirúrgicas sucede otro tanto.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de abril de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/04/27 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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