Una de las más graves y deplorables renuncias que ha hecho en Europa el conjunto de la llamada izquierda es la que le ha conducido a aceptar de manera acrítica la idea de «interés general». O, dicho a la inversa: a olvidar que, en la mayoría de los grandes problemas económicos y sociales, las grandes opciones que se presentan expresan diferentes intereses de clase.
En tiempos, las fuerzas de izquierda daban por hecho que lo que era beneficioso para las clases dominantes de la sociedad tendía de manera casi irresistible a ser perjudicial para las clases subordinadas, y al revés. Eran los representantes de las clases dominantes los que confundían muy a propósito sus intereses con «el interés general» o con «el interés nacional», y hablaban constantemente del «interés de España» (o de Francia, o de Alemania, o de donde fuera), haciendo como si lo conveniente para sus negocios fuera, por pura lógica, conveniente para los negocios del conjunto de la sociedad.
Ahora, los partidos y sindicatos que se pretenden de izquierda han adoptado ese mismo lenguaje —esa misma concepción— cual si fuera mero reflejo de lo obvio.
No les falta una parte de razón. Está claro que, en las sociedades del mundo desarrollado, existe una considerable complicidad de beneficios que une a las clases trabajadoras autóctonas con los depredadores del mundo empresarial y financiero de sus propios países. Ni que decir tiene que el volumen de sus beneficios es muy inferior, y en ese sentido las contradicciones saltan a la vista, pero resulta igualmente innegable que, considerado el reparto de la riqueza a escala mundial, las clases trabajadoras autóctonas de las zonas desarrolladas del planeta sacan también partido de la desigualdad y la injusticia imperantes.
Viene toda esta reflexión a propósito de la victoria electoral de Evo Morales en Bolivia y de las reacciones que el suceso ha suscitado en España. La práctica totalidad de los comentaristas y medios informativos de por estos andurriales ha acogido con mucha desconfianza, cuando no con franca animadversión, el cambio que apunta en La Paz. Los menos hipócritas lo admiten directamente: temen, muy en particular, que los «intereses de España», representados en este caso concreto por Repsol-YPF, salgan perjudicados, y que eso repercuta aquí en el ya de por sí problemático mercado de los carburantes. De la dramática penuria de la población de Bolivia, del esfuerzo que Morales puede canalizar para que el pueblo boliviano se haga dueño de las riquezas de su suelo y su subsuelo, de los contratos leoninos y de la corrupción con los que las trasnacionales y la banca españolas han conseguido instalarse allí, de los tejemanejes de Washington para mantener al país en posición subordinada... De todo eso, ni se habla. Sólo del peligro de que aparezca «otro Chávez».
Pues bien, lo siento. Si a Repsol-YPF le viene rematadamente mal el triunfo electoral de Evo Morales, me alegro. Y si ello tiene repercusiones nocivas para la economía española, para los «altos intereses de la nación», para el «bien común», e incluso para mí, pues ajo y agua.
En la división internacional entre explotadores y explotados —también entre países explotadores y países explotados—, no lo oculto: estoy con el enemigo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (21 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de mayo de 2012.
Recuperamos este apunte de 2005 a petición de Gonzaga. Muchas gracias.
Comentarios
Escrito por: John Constantine.2012/05/01 22:04:52.195000 GMT+2
johnconstantine.blogspot.com