El buen fabulista ya dejó establecido, allá por el siglo VI antes de nuestra era, que es cosa prudente «no seguir del enemigo el consejo». Imagino que los felipistas recordarán esa máxima cuando escuchen las muchas recomendaciones que les dirigen ahora «por su propio bien» quienes aún ayer les estaban poniendo a caldo. «Tenéis que prescindir de González porque, si no, estaréis siempre atados de pies y manos», les dice el uno. «Una limpieza de fachada no os servirá para nada; si queréis convertiros en verdadera alternativa de Gobierno, os hace falta regenerar el partido», señala el otro.
Pretenden que su interés en el enderezamiento del PSOE se debe a que consideran importante que el Gobierno de José María Aznar tenga enfrente una oposición en toda regla. No digo yo que no haya nada de eso, pero estoy seguro de no pecar de excesiva malicia si les atribuyo también el muy humano deseo de vengarse de González, viéndolo abandonar de una maldita vez la escena política.
Yo también desearía el ostracismo político del individuo en cuestión -para qué negarlo-, pero eso no me lleva a perder el sentido de la realidad: sé que el PSOE no tiene remedio. Entiéndaseme: no digo yo que no haya en España espacio político para un partido de centro que se escore moderadamente hacia la izquierda. Por el contrario, estoy seguro de que ese espacio existe y es muy amplio. Lo que no creo es que el PSOE actual pueda ser ese partido.
Y eso, ¿por qué? Por dos razones fundamentales. Primera, porque el felipismo está tocado del ala y ya no tiene salvación: sus desafueros le perseguirán hasta la tumba; y segunda, porque este PSOE no puede dejar de ser felipista. Lo es hasta su misma médula. Sustituir a González por Borrell, por Bono o por cualquier otro de los líderes que fueron cooptados por el Jefe para hacerle coro y acompañarlo en su andadura de desaprensivo no es sino vestir la mona de seda.
Para llegar a convertirse en un partido creíble -digo simplemente creíble-, el PSOE tendría que refundarse. Lo de regenerarse es filfa: sólo puede regenerarse lo que una vez fue sano, y este PSOE está enfermo desde que González se lo apropió en Suresnes. Haría falta licenciar a casi toda la plana mayor actual y plantear un proyecto ex novo, dotado de principios (mejores o peores: con que tuviera algunos ya sería una novedad).
Borrell invita a González a irse para ocupar su silla. Bono anima al Jefe a encabezar la regeneración con la misma intención que Borrell, aunque con más modales y menos prisas. Ambos pretenden, de hecho, un felipismo sin Felipe. Tan sólo Rodríguez Ibarra ha planteado una propuesta de cambio auténtico: dice que deben retirarse cuantos han dirigido el PSOE hasta ahora. Los demás se le han reído en las barbas.
Créanme: para estas alturas, el único que puede reformar de verdad al PSOE es el Tribunal Supremo.
Javier Ortiz. El Mundo (6 de julio de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de julio de 2012.
Comentar