Hay un montón de gente que sabe perfectamente lo que debería hacer el PSOE para salir de su marasmo. Es pena que ninguno de los que tienen las ideas tan claras pertenezca al PSOE.
Casi todos éstos que pretenden saber por dónde discurre la senda de salvación del socialismo hispano sostienen que el PSOE tiene que «renovarse de arriba abajo», «refundarse», «hacer una catarsis», «cambiar de política y de dirigentes» y cosas por el estilo.
Entiendo que sus propuestas no susciten ningún entusiasmo en la vieja guardia de Ferraz. Se parecen a la del pediatra que, tras examinar con mucho detenimiento al niño enfermo, les dijo a los padres que lo mejor que podían hacer era tirarlo a la basura y comprarse otro nuevo. Están sugiriendo a gente que lleva hasta un cuarto de siglo en ésas, encantada de gozar de las glorias del telediario y de las satisfacciones del mando, que se despegue del sillón, se vaya a su casa y no vuelva más. Eso, más que una propuesta de salida, parece una invitación al suicidio político colectivo.
Se empeñan en proponer a los dirigentes del PSOE respuestas que no tienen nada que ver con las preguntas que ellos se plantean. Los Chaves, Bono, Jáuregui y demás Rubalcabas no tratan de saber cómo habría que transformar el PSOE para que fuera un partido fetén. Lo que quieren saber es cómo podrían arreglárselas para que su PSOE levante cabeza.
Casi siempre se evoca mal la fórmula supuestamente célebre con la que el príncipe de Lampedusa afrontó el hundimiento de la vieja nobleza rural siciliana. Se suele citar: «Hace falta que algo cambie para que todo siga igual». Pero la sentencia del protagonista de El Gatopardo fue otra. Dijo: «Hace falta que todo cambie para que todo siga igual».
Para asumir ese «todo» hace falta mucha lucidez, sí, pero también una gran disposición a inmolar la pequeña causa personal en aras del interés del Poder en su conjunto.
Aquí nadie posee una capacidad de renuncia como ésa. No la tiene la dirección del PSOE, que lo que busca es precisamente que cambie «algo» -cuanto menos, mejor- para que todo siga igual. Pero tampoco la tienen quienes reclaman a los jerifaltes socialistas que se avengan a que cambie «todo», ellos incluidos, porque en semejante apuesta los recomendadores no arriesgan nada.
«¡O transforman el PSOE de arriba abajo o lo hunden!», claman los consejeros de ocasión. Digo yo que una de dos: o ese partido responde a una necesidad social -y entonces seguro que sobrevive, de un modo o de otro- o no. Y, en ese caso, tanto da que se hunda.
Javier Ortiz. El Mundo (22 de marzo de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de marzo de 2012.
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