Don Sigfrido Herráez es concejal de Vivienda y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid.
No me detendré en su nombre de pila. Ignoro si sus señores padres quisieron convertirlo en homenaje viviente a las fortificaciones hitlerianas o si lo imaginaron cual Nibelungo estepario. Me da igual. En todo caso, él no tiene la culpa de llamarse así.
Tampoco le reprocharé el título de su Concejalía, por más que atribuirse la regulación de la movilidad capitalina -o sea, de la capacidad global de la población madrileña para moverse- resulte una pretensión un tanto excesiva. Cualquiera sabe: puede que también eso le viniera dado. Lo mismo es cosa de su su jefe, el tal Álvarez del Manzano.
Lo que en todo caso sí es culpa suya, íntegramente suya, es la disparatada iniciativa que ha tenido de colocar sobre el asfalto madrileño cientos de conos blanquirrojos de goma para -supuestamente- proteger de invasiones indeseadas los carriles de autobuses y taxis durante la Navidad.
Creía don Sigfrido que, al dificultar que los coches invadan el carril de marras, conseguiría hacer bastante más fluida la circulación del transporte público de la capital del Reino, con lo que todos saldríamos ganando. Tanto y tan firmemente lo creía que incluso se permitió hacer un balance de su iniciativa... ¡dos días después de ponerla en marcha! Había pasado un solo fin de semana y él ya tenía claro que su invento había sido genial.
¿Genial? Ayer me tocó bajar desde la Plaza de Roma por la calle Alcalá, con entrada por la Avenida de Daroca. En ese breve recorrido, me encontré con seis conos -seis conos, seis, de la ganadería de don Sigfrido- plantados en medio de la calzada, separados entre sí de tal modo que parecían dispuestos para un prueba de ésas que se hacen en los exámenes de conducir motocicletas, exigiendo a los aspirantes a moteros que vayan sorteando los obstáculos. Gracias al cielo, eran las 3 y media de la tarde, la calle estaba casi vacía y los automovilistas podíamos dedicarnos a hacer eses sin chocar entre nosotros ni llevarnos a nadie por delante.
¿Qué es lo que pasa con los conos? Pues pasa, en primer lugar, que los carriles bus-taxi de Madrid son bastante estrechos. Y pasa, en segundo lugar, que los conductores de la Empresa Municipal de Transportes y los taxistas -movilidad pura- están acostumbrados a ir a su aire, saliendo y entrando de su carril con alegre desenfado, con lo cual, ahora, rozan cada dos por tres los conos de marras, los cuales, como son de chichimoco, salen despedidos y se plantan en cualquier lado. Y pasa, en tercer lugar, que don Sigfrido ha puesto a cuatro gatos municipales para ir recogiendo los conos que se han ido al carajo y devolverlos a su sitio inicial, con lo que se quedan en medio de las calzadas todo el tiempo que les da la gana.
Bueno, en realidad pasan más cosas. También pasa que los cuatro gatos municipales encargados de supervisar la buena marcha del plan de don Sigfrido han descubierto que si en lugar de poner los conos cada tres o cuatro metros los agrupan en fila india, todos pegaditos, reciben menos meneos. Y es lo que hacen, mayormente para economizar esfuerzos. Claro que con ello el panorama vial se vuelve surrealista: hay calles madrileñas en las que el automovilista no encuentra ni un solo cono en cientos de metros, pero de repente le asalta de improviso una manifestación de conos, todos ellos la mar de reflectantes.
Si don Sigfrido se diera menos prisa en hacer balances definitivos, se habría dado cuenta de que su campaña de conos es un churro que, si bien puede satisfacer a los conductores de la EMT y a los taxistas, que ahora, sin dejar de hacer lo que les da la real gana, tienen un margen de maniobra aún mayor, supone un deterioro importante para la seguridad de automovilistas y peatones.
¿He dicho que sólo satisface a los conductores de la EMT y a los taxistas? Craso error. ¡Me había olvidado de los fabricantes de conos!
Esos también tienen que estar encantados. ¿A que sí, don Sigfrido?
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (24 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de junio de 2017.
Comentar