Veo pocos anuncios en televisión. La mayor parte de los programas que me interesan son de los que no sufren interrupciones. Y, si me llega el caso de interesarme por alguna película exhibida en un canal generalista, la grabo en vídeo y luego, a la hora de contemplarla, me salto los anuncios con feroz determinación. Pero ayer, por circunstancias que no hacen al caso, me metí entre pecho y espalda diez interminables minutos de publicidad televisiva.
Es una experiencia demoledora. Dantesca.
Casi todos los anuncios son de una imbecilidad pasmosa.
Hay una variedad que me pone de los nervios: los anuncios que te hacen una pregunta y prosiguen haciendo caso omiso de tu eventual respuesta.
En uno te interrogan sobre qué prefieres: si cocer la pasta o enriquecerla con Avecrem. Yo contesté muy seriamente que lo que suelo hacer es cocerla con Starlux y un chorrito de aceite de oliva, porque el Avecrem no me gusta. La tía del anuncio no sólo no me hizo ni caso, sino que encima parecía mearse de la risa.
En la radio también hay anuncios de ésos. "¿Quieres obtener el diploma de técnico en prevención de riesgos?". "Desde luego que no", respondo. Pues como si nada: me sigue contando a dónde tengo que llamar para que me lo den. "¡Joder, pero si te he dicho que no lo quiero!", me cabreo.
Si no les interesa mi respuesta, ¿para qué me preguntan?
Otro anuncio -vuelvo a la tele- me cuenta que en el utilitario no-sé-cual de Renault caben muy bien ocho personas. Y entonces el cochecito se para y se bajan cuatro embarazadas. ¿Pero qué bobada es ésa? ¿Qué quieren: vender coches o hacer chistecitos? Hay anuncios de coches que ni siquiera te dan cuenta de ninguna de las hipotéticas ventajas del modelo en cuestión. Uno se concentra exclusivamente en relatarte los celos de un mamón llamado Carlos que escribe su nombre precipitadamente en el buzón del portal de su novia porque descubre que otro, que también tiene aspecto de cretino, va a convertirse en vecino de ella. Yo tengo un ligue que incluye por su cuenta su nombre en mi buzón y le monto un pollo que se entera.
Pero el que se lleva la palma es el anuncio de los teléfonos Nokia. Connecting people!, exclama al final el anunciante con tono presuntamente jovial. ¡En inglés! Pero, ¿por qué? ¿Qué tiene contra el castellano? ¿No sabe cómo se dice eso en la lengua que hablamos por aquí? Pues que lo pregunte. Yo mismo podría decírselo y le cobraría poco por hacerlo.
No quiero ni pensar qué bronca le armarían a Nokia si soltara la frasecita en catalán o en euskara.
Pero no es sólo Nokia. La mitad de los anuncios incluyen términos en inglés.
¿Son ellos los papanatas o se limitan a constatar un hecho social masivo?
My God, what a pity!
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (6 de septiembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de marzo de 2017.
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