Me pone de los nervios -lo cual no tiene nada de especial, ya lo sé, pero me pone- el empeño con el que los políticos del establecimiento insisten en que quieren situar fuera de la ley a Batasuna para que «esa gente» no pueda seguir financiándose y actuando «con nuestro dinero».
Lo primero que habrá que decir es que nada -absolutamente nada- de lo que se hace en esta tierra se hace con su dinero, si por tal se entiende la riqueza generada con el sudor de su frente. Quienes así se expresan, ministros o diputados, son funcionarios públicos, que cobran del erario, esto es, de lo que cotizamos a las arcas del Estado quienes sí realizamos tareas productivas y generamos excedentes.
Lo segundo que conviene precisar es que los representantes de Batasuna nunca han cobrado ni un duro -ni un euro- que el Estado haya tenido a bien regalarles. Han ingresado tales o cuales cantidades porque les correspondían de acuerdo con los votos que habían recibido, y las ingresaron porque quienes les votaron habían pagado al erario para que así fuera.
De modo que dejemos dos cosas claras: una, que el Estado no regala nada, porque el Estado no produce ni tiene nada que no nos haya sacado a los que creamos riqueza y generamos plusvalías; y dos, que el dinero que cobra cada partido -incluida Batasuna- procede de los impuestos pagados por sus votantes, no por los votantes del ministro de Hacienda.
Hay muchísimas cosas que sí se hacen «con nuestro dinero», esto es, con el dinero que los contribuyentes pagamos al Estado sin que se nos haya advertido de que será utilizado para semejantes asuntos. Por ejemplo: el Estado español se ha gastado un pastón enviando ni se sabe cuántas delegaciones oficiales y oficiosas a la ceremonia de canonización de Escrivá de Balaguer. Es un dispendio verdaderamente impropio de un Estado no confesional (o, en todo caso, no confesional del Opus). A cambio, todos estábamos más que advertidos de que la ley atribuye determinadas cantidades a los partidos políticos, según los votos que obtienen.
Aquí no se trata de nada que tenga que ver con las simpatías de cada cual. Ni siquiera con los principios. Si de simpatías o principios se tratara, para qué contar la que habríamos montado algunos para que no se financiara «con nuestro dinero» a los de los GAL, o al del haloperidol. Sencillamente: sabemos que cuentan con el apoyo de una cierta proporción de los contribuyentes, y que en esa medida cobran.
Como Batasuna.
¿De «nuestro dinero»? No. Más bien del dinero de los suyos. Que pagan sus impuestos, como todo hijo de vecino.
Bueno, como todo hijo de vecino que no se las arregla para eludirlos, como algún que otro ministro del PP.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (14 de octubre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2018.
Comentar