-Sí, todo lo que tú quieras, pero lo cierto es que ahora, gracias a él, en Marbella casi ya no hay delincuencia y puedes pasear tranquilamente por la calle.
Recuerdo muy bien a la buena señora que me respondió así hace ya algunos años cuando me oyó despotricar contra los métodos fascistizantes de su alcalde, el difunto Jesús Gil.
¡Que no había delincuencia! Lo que apenas quedaba era delincuencia menor, de la que practican los raterillos, los tironeros, los navajeros y los salteadores nocturnos. A cambio, la delincuencia internacional de alto standing se había enseñoreado de la ciudad.
Pero a mi discrepante eso no le importaba gran cosa.
-No sé de dónde sacarán el dinero, ni me importa. Lo que me interesa es que se lo gastan aquí.
Si los capi de las mafias de medio mundo decidieron negociar en la Costa del Sol, y bastantes de ellos incluso sentar allí sus reales, fue por dos razones clave: la cercanía del paraíso fiscal de Gibraltar y la permisividad de las autoridades locales hacia sus negocios, en general, y hacia el dinero negro, en particular. Pero, para que las autoridades locales pudieran ser permisivas, lo primero que se requería es que fueran autoridades. Para lo cual se precisaba el voto popular. Porque esto es una democracia, y la vista gorda no se instala en los despachos oficiales si no es con el aval de las urnas.
Dejo la Costa del Sol y viajo algo más al norte. Me detengo en Murcia. Allí se ha atascado el proceso de regularización de la situación legal de la población inmigrante porque un sector muy influyente de la patronal no quiere renunciar a los pingües beneficios que le depara la contratación irregular en tres sectores punteros: la construcción, la agricultura y los servicios. En Murcia, según un estudio realizado recientemente por Cajamar, el 30% de la población ocupada está contratada fuera de los cauces ortodoxos, el 28% de los trabajadores no está afiliado a la Seguridad Social, el 66% de los contratados realiza jornadas que superan el horario legal y el 20% de los empleados con nómina recibe parte de su salario en dinero negro. El resultado de esa situación es un auge espectacular de la economía, que hace las delicias no sólo de la parte menos escrupulosa de la patronal, sino también de las máximas autoridades locales.
El jefe del Gobierno autónomo, Ramón Luis Valcárcel, del PP, está en esa posición. Pero no es una peculiaridad suya. Cuenta con el respaldo de sus muchos electores, que temen que una aplicación rigurosa de la legalidad pudiera frenar el despegue económico de la región, cuya tasa de crecimiento se viene situando durante los últimos años entre las más altas de toda España.
¿Qué tienen de común lo de la Costa del Sol y lo de Murcia? Si alguien no lo ha entendido, le ruego que vuelva a leer el título de esta columna.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (14 de marzo de 2005) y El Mundo (16 de marzo de 2005). Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 19 de noviembre de 2017.
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