No he seguido con detalle el juicio por el asesinato de Ndombele Augusto, el joven angoleño al que mataron de una puñalada hace algo más de dos años en la puerta de un pub de la llamada Costa Polvoranca, en Alcorcón, cerca de la capital del Reino. Lo que sé -y lo adelanto, para no fingirme experto- es sólo lo que he leído en los periódicos.
Por esas informaciones me he enterado de que el acusado por el homicidio, un individuo de aire patibulario llamado José David Fuertes, ha sido absuelto por un jurado popular.
De la lectura de las informaciones publicadas he sacado algunas conclusiones, que sintetizo a continuación:
1) El acusado, José David Fuertes, que ejercía aquella noche de portero del pub en cuestión, es un facha racista de aquí te espero, como suelen serlo los individuos que contratan para esas funciones los dueños de ese género de locales. De su talante ultra hay testimonios suficientes y su propia actitud en el presente no permite albergar la más mínima duda al respecto.
2) El tal Fuertes ha reconocido que agredió a la víctima a puñetazos («Le di un guantazo», declaró). Aunque los testimonios no coincidan, cabe establecer que le golpeó y le causó lesiones.
3) Tras los sucesos, el individuo escapó de Madrid. Alquiló un piso en Torrevieja y se encerró en él. Cuando la Policía fue a detenerlo, intentó huir. Llevaba una pistola con quince cartuchos, una navaja y un machete.
4) No obstante, y por lo visto en la vista, nadie vio a Fuertes apuñalar a Ndombele Augusto. No hay ningún testimonio ni ninguna prueba que permita incriminarlo sin sombra de duda.
Si de dejar constancia de impresiones y sospechas se tratara, yo no tendría duda alguna: para mí que el pájaro ése, que tiene la peor de las pintas, fue quien lo hizo.
No sé si en el jurado popular habrán influido prejuicios racistas. Lo que sí sé es que, si las cosas han sido como he leído que han sido -insisto en la advertencia-, de haberme tocado formar parte del jurado, yo también habría emitido un voto de «No culpable». Por la razón elemental de que no ha quedado establecida su culpabilidad sin ninguna posibilidad de duda.
Aplico el principio imperativo: In dubio, pro reo.
En no pocas ocasiones, gentes no muy benevolentes con mi persona han dudado de las verdaderas razones por las que me he opuesto a sentencias de culpabilidad de escaso fundamento probatorio, atribuyéndome inconfesables complicidades ideológicas con los condenados. Este caso me vale como ejemplo de lo contrario. El tal José David Fuertes me produce una repugnancia que se acerca al siempre inalcanzable techo de lo absoluto. Mi animadversión hacia su persona, su estilo, sus maneras, su modo de hablar -hacia su facherío esencial, por resumir-, es total.
Pero si no hay pruebas de que él matara a Ndombele Augusto, no puede ser condenado. Es así de sencillo. Por complejo que sea.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de octubre de 2004) y El Mundo (30 de octubre de 2004). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.
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