Y por qué les importaba tanto saber si Clinton había dicho o no la verdad sobre sus relaciones íntimas con Lewinsky? «Porque si mintió en eso, es que puede mentir en cualquier otra cosa», responden. Valiente memez. Habría que formularlo al revés: si miente tantas veces y sobre tantas otras cosas, ¿a cuento de qué iba a decir la verdad sobre eso?
Creer que alguien puede llegar a presidente de los Estados Unidos diciendo siempre la verdad sólo cabe en mentes deformadas por una sobredosis de películas de Frank Capra. Todo político miente. Está obligado a mentir. A diario. La mentira es consustancial a la política profesional. No ya a la Casa Blanca: diciendo siempre la verdad no se llega ni a la Concejalía de Cultura y Bienestar Social del Ayuntamiento de Villalobillos de Abajo. Y quien no reconozca eso o es de una ingenuidad patológica... o miente.
Pero es que hay más. En todo este asunto se está partiendo de la idea de que decir la verdad es lo correcto y bueno, siempre y en toda circunstancia, y que escamotearla es inevitablemente erróneo y malo. Otra memez.
-Caramba, Pepito: qué mal aspecto tienes. Estás más gordo y más feo que nunca. Por cierto, ¿es verdad eso que me han contado? ¡Dicen que tu mujer te la pega con el vecino de abajo!
Uno no puede andar así por la vida. Alguien que siempre dice la verdad constituye un auténtico peligro público. Como esas folclóricas que declaran: «Ej qué yo soy mú sinsera, y eso m'ha traío musho probrema». Pues claro.
Debemos acertar a dosificar las verdades y las mentiras -o los silencios: cuantas veces guardar silencio es sólo un modo especial de mentir- para que la realidad no haga demasiados estragos. Ni en los demás ni en nosotros mismos.
Lo cual vale tanto para la vida política y las relaciones sociales como para las más personales e íntimas. Qué estupidez, la de esas parejas que presumen de contárselo todo. No ha acabado bien ni una sola de las que he conocido.
Así que Clinton mintió y no dijo que algunas veces Lewinsky y él hacían sus cositas. La culpa no la tiene él, por contestar eso, sino el tipo que le preguntó por semejante asunto. A lo peor es que yo soy muy antiguo, pero para mí que de esas materias no hay que hablar en público. Y sin el consentimiento de la otra parte, aún menos.
En todo caso, a mí qué. Me molestan las mentiras de Clinton cuando sostiene, por ejemplo, que el bloqueo de Irak lo hace por el bien de la población iraquí. Me molesta, pero no me sorprende nada. Lo que me sorprendería es que dijera: «A mí el pueblo iraquí me importa tres pitos. Mantengo el bloqueo, a sabiendas de que es cruel e inhumano, porque me sirvo de Sadam Husein como títere de mi espectáculo politiquero».
¿Que Clinton miente? Vaya una noticia. Pues claro. Así es como funciona esa gente. Cómo, si no.
Javier Ortiz. El Mundo (19 de agosto de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de septiembre de 2012.
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