Hoy se enterrarán los restos de Camilo José Cela.
Y, cuando digo los restos, digo los restos. O sea, lo que quedaba de él.
Nunca me importó demasiado que CJC hubiera sido un lameculos del franquismo. Jamás me interesó como persona. Puesto que se distinguió como literato, había que juzgarlo en tanto que tal.
¿Derechista de vieja alcurnia? Si pasáramos la guadaña política por la Historia de la Literatura..., santo cielo, qué escabechina.
Lo que me parece fuera de discusión -quiero decir: de discusiones en las que yo esté dispuesto a participar- es que escribió tres libros notables: La familia de Pascual Duarte, La Colmena y el Viaje a la Alcarria.
El resto tal vez sea buenísimo, pero a mí no ha conseguido interesarme ni un pimiento. Me parecía un escritor que se había comprado muchos diccionarios -varios de ellos de sinónimos- y que estaba empeñado en amortizarlos como fuera. O en revendérnolos en forma de novelas. (Tampoco es una interpretación tan descabellada, habida cuenta de su espíritu pesetero).
Dicho de otro modo: desde el punto de vista literario, hace tiempo que este hombre estaba amortizado. Era un cadáver con tirantes.
Lamento su muerte, eso sí, por sus negros: ya no podrán volver a escribir con su firma.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (18 de enero de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de febrero de 2017.
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