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2006/02/16 07:00:00 GMT+1

¡China, estúpidos, China!

Los hay que no entienden que el Gobierno iraní ose mirar displicentemente por encima del hombro a las grandes potencias occidentales, tomándose sus amenazas a broma y devolviéndoles las bravatas ojo por ojo.

El Ejecutivo de Teherán tiene sus argumentos. Cuenta con el respaldo de millones de islamistas de base, que lo consideran –probablemente sin razón– como menos corrupto que los demás de su misma fe religiosa. Se ha granjeado también no pocas simpatías en el mundo islámico precisamente por plantar cara a EE.UU. y sus consortes.

Pero, sin desconocer estas y otras razones del mismo género, hay una, exógena, que pesa mucho más que todas las otras juntas: Irán es el principal suministrador de petróleo de China.

El gigante asiático no está dispuesto a tolerar que nadie desestabilice la estructura política iraní, en cuya pervivencia tiene un interés enorme, inmediato y urgente.

China posee en este momento un peso específico en la arena internacional muy superior al que nuestros análisis tópicos se avienen a otorgarle. El poderío económico que ha alcanzado la República Popular, su crecimiento arrollador y el peso que le otorga la inmensidad de las magnitudes con las que opera, empezando por la de su mercado interior, hacen que nadie en su sano juicio –e incluso en su insano juicio– se pueda permitir menospreciar su diktat. Por eso se le tolera resignadamente que se burle de todas las normas jurídicas internacionales, desde las relativas a los derechos humanos hasta las que regulan el copyright.

Si Washington pretendiera que la ONU ponga firmes a los gobernantes iraníes –y tal vez lo pretenda–, el veto chino no faltaría a la cita. Y si a Bush se le ocurriera que podría intervenir en la vieja Persia para materializar sus designios manu militari, no tardaría en enterarse de que el poderío militar-nuclear chino es un obstáculo imposible de soslayar.

Estamos entrando en el nuevo escenario de los conflictos del siglo XXI. Un escenario en el que China va a tener un papel de protagonista destacado, sea cual sea la obra que se represente en él.

No siento la menor simpatía por la clase dirigente china, que se ha tomado las cinco estrellas de su bandera como muestra de la categoría de los hoteles que frecuenta. Esa gentuza, toda ella procedente de la nomenklatura del viejo Partido Comunista, ha hecho una mezcla no por repugnante menos útil de los métodos dictatoriales de la pseudodictadura del proletariado con las leyes de hierro del capitalismo salvaje. Ha aprendido las lecciones derivadas del hundimiento de la URSS y no tiene la menor intención de aflojar el dogal con el que tiene embridado a su pueblo, inmenso y admirable.

Pero no se pliega a las exigencias de Bush. Incluso, llegado el caso, se cachondea de ellas.

Y ésa es la cosa, por lo menos en lo que a Irán se refiere.

Javier Ortiz. El Mundo (16 de febrero de 2006).

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/02/16 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: irán el_mundo usa bush 2006 china | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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