En contra de lo que podrían indicar algunas aparatosas apariencias más o menos coyunturales, los más caracterizados propagandistas del PSOE y el PP coinciden en muchas de sus opciones clave, incluyendo bastantes de las que son fundamentales a la hora de decidir qué tipo de orden social debe regir entre nosotros.
Una de las muchas cosas en las que coinciden es en su modo de distinguir a los gobernantes que merecen ser tratados con deferencia de los que no. Así, dan por supuesto que George W. Bush es un gobernante que, aunque tenga sus cosas, es digno de la más alta consideración. No así el presidente venezolano, Hugo Chávez, al que descalifican sin remisión. Creen que el presidente estadounidense puede cometer errores, pero rectificables. A lo que no ven remedio, en cambio, es a lo de Chávez, al que no dudan en calificar de «personaje intolerable», «atrabiliario», «soez», «demagogo» y «bufón». Para mí que critican de vez en cuando a Bush nada más que para prevenirle del peligro que corre de deslizarse por la peligrosa senda de Chávez: ya se sabe que se empieza invadiendo ilegalmente estados soberanos, quitando y poniendo gobiernos, montando cárceles clandestinas y lanzando bombas de fósforo sobre la población civil y se puede llegar a la abominación de recitar coplas sarcásticas en televisión y llamar «lacayo» al presidente de México, Vicente Fox.
Tan ocupados han estado en descalificar los «malos modos» de Chávez que ni siquiera se han tomado el trabajo de examinar el conflicto concreto que ha enfrentado al venezolano con Fox. Hubieran tenido que dar cuenta de que, en la reciente Cumbre de las Américas, Bush, pasándose el orden del día por el arco del triunfo, se puso a hacer proselitismo en favor del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), que patrocina él mismo. Los presidentes de Argentina y Brasil le señalaron que ese debate no figuraba en las previsiones de la Cumbre, lo cual no impidió al mexicano Vicente Fox salir en defensa del inquilino de la Casa Blanca.
Fox tiene muchas deudas de gratitud con Bush, pero lo cierto es que la iniciativa del ALCA parte de un principio de patente desigualdad: reclama de los países de América Latina que no pongan ninguna traba al libre comercio, pero autoriza a los EE.UU. a mantener una política claramente proteccionista sobre su producción agrícola. Es el apoyo del mexicano a esa versión neoliberal de la doctrina Monroe lo que ha motivado el choque.
No retener de todo este asunto más que la anécdota de la coplilla que Chávez le dedicó a Fox es algo peor que una perfecta superficialidad. Es una superficialidad destinada a preparar a la opinión pública española para encajar cualquier iniciativa normalizadora que Washington pueda promover en Venezuela. Cualquier nueva iniciativa, quiero decir.
Javier Ortiz. El Mundo (17 de noviembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de mayo de 2018.
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