Ricardo Aldape volvió el pasado miércoles a México. Aldape ha pasado quince años en una cárcel de Texas, a la espera de su ejecución. Al final, la Justicia norteamericana ha admitido que su condena fue totalmente irregular. A la hora de la revisión de su causa, los testigos de cargo se contradijeron. Varios de ellos justificaron su falso testimonio con un argumento supremo: «Después de todo, era un mojado». Leo la historia en El País de ayer -El País es también un gran periódico- y me viene a la memoria el emocionante topic song que Woody Guthrie escribió tras la catástrofe aérea de Los Gatos Canyon, casi hace medio siglo. El avión, atestado de inmigrantes mal llamados ilegales, se vino abajo. Guthrie escribió: «¿Y quiénes son estos amigos, caídos como hojas secas? La radio lo cuenta: "Tan solo inmigrantes"». They are just deportees.
Nota de edición: aquí una versión de Ani DiFranco.
Ha pasado medio siglo, y sigue presente la misma ideología. El mismo racismo, machacando.
Pero aquí no tenemos tiempo para pelearnos por Aldapes.
Nos indignamos por otras cosas. Leo a un teatrero gagá que lleva semanas tratando de persuadirnos de que está a punto de volver la guerra civil, si es que no ha vuelto ya, solo porque los negocios de su jefe van una miajita menos boyantes. Me topo con otro que se declara convencido de que la Sala Tercera del Tribunal Supremo ha dado un golpe de Estado -eso sí, sin querer- porque ha apelado a la Constitución sin pasar por la exégesis normativa correspondiente. Cuánto drama.
Ayer, todas las radios estaban repletas de gente dispuesta a poner a caer de un burro al Gobierno por su Ley de la Televisión Digital (¿por qué no la llamarán de pago, si ése es su principal rasgo distintivo?) o bien -en menor medida: así están las cosas- por gente deseosa de defender la Ley del Gobierno. Pudo ser carencia mía, pero no escuché a nadie que se tomara el trabajo de plantear que el problema no es solo quién hace negocio con la TV de pago -si Polanco solo, si Polanco a medias, si Polanco a cuartos-, sino también cuáles son los contenidos ideológicos -culturales- del negocio.
Hace años, teníamos solo dos canales de TV. Ahora la mayoría de la población cuenta con cuatro o cinco. Millón y pico, con seis. Y algunos, por la cosa de las parabólicas -no los he contado-, con cuarenta o cincuenta. Me declaro incapaz de distinguirlos. Cortázar escribió Todos los fuegos el fuego. Cualquiera podría escribir ahora Todas las televisiones, la televisión. Jamás en la vida la he visto menos. Y ahí está la flor y nata de nuestra sociedad -artistas, intelectuales, catedráticos- pegándose como fieras para que Polanco -o sus oponentes- puedan dar básicamente lo mismo que ya dan, pero cobrando aún más.
Alimento el torvo deseo de que se estrellen. Todos. Con sus plataformas, sus satélites, sus descodificadores y su sacaperras pay-per-view. ¡Ah, esa sí que sería una deliciosa catástrofe aérea!
Javier Ortiz. El Mundo (19 de abril de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de marzo de 2013.
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