Una de las costumbres más idiotas que tenemos los periodistas de este país es la de presentar a los personajes públicos -lo hemos visto esta semana con el nuevo Gobierno- dando cuenta de su estado civil y del número de hijos con que cuenta (o dice contar, o cree contar, que ésa es otra). «Fulano de Tal, casado, con dos hijos...». ¿Proporcionamos con ello alguna información de interés, algún dato que permita conocer sus habilidades políticas, saber si lo va a hacer mejor o peor? Desde luego que no. ¿Qué más dará que Zutano esté casado o Menganita divorciada para que vaya a desempeñar con más o menos tino el cargo para el que se le ha nombrado? ¿Cree alguien realmente que el que un ministro tenga más o menos hijos va a influir en su gestión política? De los recién entrados en el Ejecutivo, tuve en tiempos cierta relación con dos: Javier Gómez Navarro y Jerónimo Saavedra. De ambos puedo certificar una afición que les es común y que les honra: la música. Los dos son también personas de trato amable y educado, lo que no deja de tener interés, tratándose de un Gabinete en el que sigue figurando José Luis Corcuera. Eché de menos en sus currículos esas dos informaciones, mucho más ilustrativas de su personalidad que el estado civil.
Los medios de comunicación deberíamos suprimir para siempre la referencia al estado civil de la gente. Y no sólo porque esté mal hurgar en las intimidades del personal. También por puro y simple rigor informativo. En realidad, por no servir, el dato no sirve ni para meter las narices donde a uno no le llaman. Hoy en día es amplísima la nómina de quienes, al margen de lo que digan sus papeles, habría que poner: «Fulano de Tal, de vida sentimental caótica...».
Pero eso tampoco constituiría una información de interés, porque no tiene nada de singular.
Javier Ortiz. El Mundo (18 de julio de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 24 de julio de 2010.
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