Cuentología. Carlitos Loca-Cola -relato debido a la pluma, marca Parker-Balls, de la simpática Camula Mont-Blanc- cuenta la triste historia de un príncipe dominado por una madrastra incombustible y un padrastro en el dedo gordo del pie. El niño, sabedor de que nunca llegará a reinar, cae en una profunda melancolía, por lo que da en estudiar arquitectura, hacerse ecologista, cuidar de la lengua inglesa y -ya de paso- de la lengua de bastantes inglesas. En sus correrías, contrae una enfermedad venerable, propia de su rango. También contrae matrimonio. Al besar a la princesa que le han elegido -La-dy Ñé, sosa como ella sola-, descubre que en realidad es aún más pazguata de lo que había sospechado (y cuidado que había sospechado). Desesperado, huye de la Corte inglesa -no confundir con su marido, El Corte Inglés- y suscribe contratos con las afamadas firmas Loca-Cola y Cisney. Entrega los beneficios así obtenidos a la fundación «Pro-víctimas de La-dy Ñé y Otros Depresivos Con Sobrado Motivo».
Nombre Real: Llamadle Charles, a secas. 46 años.
¿Su debilidad? Se cae y se rompe huesos con gran frecuencia. Es un detalle suyo como muy monárquico.
¿Y su afición? Ligar. En vísperas de su boda, dijo: «Sería mejor que me convirtiera al islamismo. Así nadie diría nada si tuviera muchas mujeres». Y una amiga suya, cuando le hablaron de la rancia costumbre de comprobar la virginidad de las novias de la realeza británica, añadió: «En el entorno de Charles ya no quedan vírgenes. Todas se han acostado con él».
Comprendedle: Ya es monárquico. ¿Cómo iba a ser también monógamo y monacal? Sería demasiado mono.
Javier Ortiz. Zooilógico. El Mundo (29 de marzo de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de julio de 2013.
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