Cuenta hoy El Mundo –lo mismo lo sabía ya todo el mundo, menos yo– que el premio Nobel Solzhenitsyn llegó a escribir con su propia sangre. Digo yo que por falta de tinta. Queda como muy terrible, pero no es del todo práctico. Si no tenía pluma y trataba de eludir la censura, lo mejor que podía hacer era escribir con orina. La orina es una excelente tinta simpática: mientras estás escribiendo, lees el texto sin dificultad, porque está húmedo; cuando seca, parece que el papel estuviera en blanco; cuando estás ya a salvo, o las personas indicadas han recibido la carta, basta con pasar una plancha por encima del papel, o exponerlo a cualquier otra fuente de calor, para que aparezca lo escrito. Durante el franquismo, nosotros usábamos la orina (o el agua de limón, que surte los mismos efectos) para burlar la censura de la correspondencia. Ahora podría hacerse algo semejante vía informática: se escribe una carta anodina a doble espacio, en los espacios intermedios se escribe lo que se desea ocultar y se cambia la fuente de imprenta de esa parte del texto para que se convierta en blanco sobre blanco, con lo parece que ahí no hay nada. La persona que recibe el correo electrónico se limita a hacer la operación inversa y lee perfectamente el mensaje. Ideal para trabajadores de empresas cuyos directivos tienen sometidas a vigilancia las cuentas de correo.
Se infiere de este exordio que el gesto de Alexander Solzhenitsyn, que se abría las venas para escribir con su propia sangre, era tan sacrificado como innecesario. Estúpido, si se me apura.
Igual que él.
Leí en tiempos algunos textos del tipo éste. Incluso me metí con El archipiélago Gulag y Un día en la vida de Iván Denisovitch, aunque me parece recordar que no terminé ninguna de las dos novelas. No consiguieron interesarme. Ni siquiera como testimonio del sufrimiento de los presos bajo la dictadura soviética. Por aquellos años estaba yo preparando un trabajo muy largo –algo así como una tesis doctoral– sobre Stalin y no necesitaba para nada de la imaginación literaria de este caballero: había leído testimonios mucho más terroríficos e impresionantes, con el añadido de que, además, contaban hechos realmente sucedidos.
Lo que no comprenden –o no quieren comprender– muchos que cantaron en los años 60 y 70 las virtudes literarias de Solzhenitsyn es que, de los muchos modos en que cabía estar contra el estalinismo, este individuo había ido a adherirse a uno de los más impresentables. Solzhenitsyn deseaba con toda su alma el regreso del dominio zarista. Para la época en que él elaboró sus obras, todo el mundo en Rusia tenía elementos de información más que sobrados para saber que la autocracia zarista fue un régimen de terror como la copa de un pino. Menos evolucionado que el estalinista, pero tan sólo porque en su momento las técnicas –incluidas las de tortura– eran más primitivas. Desde el punto de vista ético, Solzhenitsyn era tan repulsivo como cualquier esbirro literario del régimen estalinista (y muchísimo más que los corifeos occidentales de Stalin, que no tuvieron conocimiento de la realidad del estalinismo hasta mucho después).*
Adorador de los zares y sus popes, Solzhenitsyn no se merece indulgencia alguna de las personas realmente amantes de la libertad. Pero los jefes de Occidente siempre han sido partidarios de la utilización de los tontos útiles, los capullos heroicos y demás aspirantes a rentistas de la CIA. Entre los que se encontraba éste.
* Aprovecho la ocasión para responder a los pelmazos que me atribuyen un oscuro pasado estalinista. Desde que, allá por los 15 años, me convertí al comunismo (porque de conversión hay que hablar, considerando lo magro de mis conocimientos en la materia) di en suponer que Stalin debía haber sido un gran tipo, a la vista de la cantidad de gentuza que lo denostaba. Una intuición perfectamente boba y bastante peligrosa, como suelen serlo las que parten del esquemático «los enemigos de mis enemigos son mis amigos». Con veintitantos años, y ya más leído, decidí estudiar a fondo la vida y la obra de Stalin. Empecé ese trabajo, al que antes he aludido, alimentando la vaga idea de que el personaje saldría relativamente bien librado de mis pesquisas. Craso error. Cuanto más lo fui estudiando, mayor creció el odio en mí. Un odio que empezó siendo teórico y político, pero que no tardó en convertirse también en personal. Me di cuenta de que hasta el modo de ser de Stalin me producía una viva repugnancia. Antes de eso mi posición ante la URSS ya había sido muy crítica –era de los que calificaban el régimen soviético de «cárcel de pueblos»– pero, a partir de ese sondeo en sus profundidades históricas, mi rechazo se acercó mucho al imposible absoluto. Así que quien quiera denunciar siniestros pasados estalinistas mejor hará en indagar por otros lares.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (8 de septiembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 9 de septiembre de 2009.
Comentarios
Vaya con Javier. Si es que hasta muerto nos sigue dando lecciones. Y conste que me considero un tanto inconformista y hasta podría decirse que un ciudadano algo enterado de según qué materias. Pero hete aquí que ahorita mismo, al leer este recuerdo de apunte, acabo de enterarme de que el célebre y respetadísimo Solezhistyn era un comepollas de tomo y lomo. Porque si lo dice Javier me lo creo a pies juntillas. De hecho, jamás me ha decepcionado con opiniones sesgadas o valoraciones "de consenso". Por otro lado, todo encaja ahora que repaso mis escasos datos sobre el tema. Joder, y ese tonillo ultraquejumbroso y exagerado de los primeros capítulos... No entiendo como no me he dado cuenta antes, pero en mi descargo he de decir que tampoco logré acabar ese bodrio.
En fin, ahora a ver qué hago yo con el dichoso tomo del Archipiélago Gulag, ese tocho que recuerdo haber pagado orgullosamente a la cajera (si al menos lo hubiese "sustraído"...) poniendo esa cara de un gilipollas del que se siente subiendo un peldaño más en el mundillo de la gente leída.
Manda narices.
Escrito por: castrexoman.2009/09/09 23:44:15.665000 GMT+2
Pues voy a disentir de mi admirado Javier, tanto en la forma como en el fondo. Metodológicamente, criticar la obra y reconocer no saber si se ha terminado, es descalificarse a uno mismo. Pero además, si vamos al fondo o contenido, yo, que sí que he leído El Archipiélago Gulag, y no el 1er tomo, como el autor del comentario anterior, sino los 3 tomos completos, no he visto por ninguna parte que Solzhenitsyn abogara por el retorno del régimen zarista. Lo que sí hace S. es comparar el régimen de los zares con el stalinista, para llegar a la conclusión evidente de que el segundo era infinitamente más criminal y pervertido, y no sólo bajo Stalin, sino que ya lo era con Lenin. Para intuirlo no hay más que ver las biografías de los propios revolucionarios soviéticos, que bajo el régimen de los zares y en la propia Rusia pudieron llevar a cabo medidas, protestas y sabotajes inimaginables bajo las dictaduras de Lenin, Stalin o incluso Jruschov. S. hace notar que el régimen zarista cayó precisamente por, o quizá a pesar de, comenzar a abrir la mano, y que los revolucionarios (bolcheviques, narodnaya volia y otros) en ningún momento estuvieron interesados en instaurar un verdadero régimen democrático y de justicia, como lo prueban el asesinato del zar reformador Alejandro II, que abolió la pena de muerte y emancipó a los siervos de la gleba, un zar mucho mejor que los que le precedieron y sucedieron. El asesinato de este zar dio al traste con la última esperanza de una transición hacia una verdadera monarquía constitucional en Rusia y quién sabe si hacia la occidentalización de Rusia, muy lejos todavía de conseguirse, si es que se vuelve a intentar algún día. Que S. resalte la figura histórica de Alejandro II no significa que propugnase el retorno del zarismo, los propios finlandeses veneran su figura y una estatua de Alejandro II preside la plaza del Senado de Helsinki. ¿Desean los finlandeses un Gran Duque Romanov? No cojamos el rábano por las hojas.
En sus últimos años de vida, Solzhenitsyn, ya bastante anciano y no en plena forma intelectual, se descolgó con declaraciones de corte nacionalista panruso-eslavófilo propias de la extrema derecha rusa, pero nada de eso se deja ver en el Archipiélago Gulag, bien al contrario, sólo hay que comprobar cómo se horroriza de las represiones de las minorías étnicas y naciones sometidas por los rusos: estonios, lituanos, alemanes, etc.
A ver si antes de criticar nos informamos un poco, y no empeoramos además la crítica injusta con el insulto, que siempre sobra (a qué viene eso de comepollas?). El libro de S. acumula méritos literarios e históricos suficientes como para merecer el lugar que ocupa entre los testimonios imprescindibles del s.XX; una obra titánica que supera a la biografía del propio autor (extraordinaria) y a su evolución personal durante sus últimos años. Al César lo que es del César.
Escrito por: YoSiLoLei.2009/09/14 13:35:45.407000 GMT+2
Como tiene usted razón al criticarme, se la doy. Lamento el exabrupto y reconozco mi ignorancia sobre el tema (creo que implícitamente ya la había admitido en mi desafortunado e inconsciente comentario.).
Escrito por: castrexoman.2009/09/21 09:44:45.940000 GMT+2