La cita de autores más o menos célebres es un recurso al que casi todos los que vivimos de juntar letras nos acogemos con cierta frecuencia, sea para darnos un barniz de erudición, sea para hacer justicia al ingenio ajeno, sea para desentendernos de nuestras propias audacias.
Incapaz de encontrar siempre la cita adecuada, hace ya años me divertí inventándome un autor irlandés, al que bauticé con el nombre de S. Daugherty. Cuando tenía ganas de hacer alguna afirmación particularmente solemne y campanuda, se la atribuía: «Como bien señaló S. Daugherty, el chantajista más peligroso es aquel que te amenaza con revelar lo que nunca has hecho». O bien: «Ya apuntó S. Daugherty que, de todos nuestros afanes, el más laborioso es la muerte: nos lleva toda la vida». Y así.
De haber presentado esas frases como de mi cosecha, es poco probable que nadie las hubiera elevado a la categoría de sentencias. Pero tratándose de un escritor irlandés, quién sabe si amigo de Joyce...
Algunas frases afortunadas de escritores de postín son verdaderos lugares comunes, por los que ha transitado prácticamente todo el mundo editorial hispano. Que si «Ladran, luego cabalgamos», que si «No es esto, no es esto»...
Lo malo -lo peor- es cuando las citas a las que se recurre son, a la vez, tópicas y erróneas. Cuando transitan de autor en autor sin que nadie se tome el trabajo de cotejar el original. Y el primero las cita mal, y los demás, detrás de él.
Quizá el caso más repetido -ya alguna vez lo he mencionado- es el de la célebre frase de Giuseppe Tomasi de Lampedusa en El Gatopardo. Se cita y se recita, machaconamente: «Como dijo Lampedusa, "hace falta que algo cambie para que todo siga igual"». Pero no fue esa idea, más bien ramplona, la que el genial siciliano puso en boca de su personaje. El decía: «Hace falta que todo cambie para que todo siga igual».
Es muy diferente. Subrayaba que, en determinados momentos históricos, los retoques no bastan. En tales casos, quien quiere conservar lo esencial tiene que cambiarlo todo. Es lo que ocurrió con la Transición española: tuvieron que cambiarlo todo (el régimen franquista) para que todo (el equilibrio de fuerzas mundial y el poder de la oligarquía española) continuara igual.
Quizá nos encontremos en vísperas de algo semejante. Cada vez está más claro que la violencia de ETA ha representado un dique que impedía el avance de poderosas fuerzas políticas y sociales. Si se confirma que abandona las armas y salta ese dique, las aguas de la política española pueden coger velocidad. En cuyo caso, quienes quieran que siga igual todo (el Estado español, en este caso) quizá tengan que decidirse a cambiarlo todo (el sistema de organización territorial). Empecinarse en mantener lo que hay, contra viento y marea, podría llevar a mayores.
Y es que, como muy bien dijo el escritor irlandés S. Daugherty: «Los peores enemigos de la Patria son siempre los muy patriotas».
Javier Ortiz. El Mundo (7 de octubre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de octubre de 2012.
Comentarios
Clarividente comentario, podría haberlo escrito hoy.
Escrito por: Txema M.2012/11/05 12:42:42.336000 GMT+1