Unos 100.000 manifestantes, según los organizadores -aunque vaya usted a saber cuántos hubo en realidad, que ya estamos por aquí bastante escaldados en materia de cifras-, se congregaron anteayer en Washington para protestar contra los planes de Bush de atacar Irak como sea y a cuento de lo que sea.
La cuestión fundamental no es que fueran muchísimos -que lo fueron, en todo caso-, sino que se han atrevido a hacerlo. Hace unos meses, cuando estaba en su punto máximo la histeria antiislamista generada a partir del 11-S, dudo que nadie hubiera osado salir a la calle en los EUA a expresar una posición así: todos los medios lo habrían puesto de vuelta y media por "antipatriota".
Poco a poco, una pizca de sensatez se está abriendo paso en la opinión pública norteamericana. Se aprecia en los grandes informativos de sus televisiones, retransmitidos urbi et orbi vía satélite: aunque siguen mintiendo y exagerando de manera bochornosa, han bajado el listón del ardor guerrero.
Me pregunto si el feliz hallazgo y detención del presunto asesino del tarot no tendrá que ver con las necesidades que le plantea a Bush esa tendencia de la opinión pública de su país a la relajación. Realmente, el detenido es casi perfecto para sus fines: un ex soldado de la Guerra del Golfo convertido al islamismo. Pero, si esos elementos tuvieran importancia en la conformación de la personalidad del asesino en serie, ¿por qué el tipo sacaba a relucir el tarot, se pretendía Dios -tremenda blasfemia- y pedía dinero, y nada más que dinero?
Conociendo a Bush, yo ya no me creo nada. Ni siquiera que el verdadero asesino del tarot siga matando y que ellos lo estén silenciando.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (27 de octubre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2018.
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