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2005/02/07 06:00:00 GMT+1

Buenos españoles

No soy demasiado aficionado al balonmano, por más que lo practicara de jovencito (entonces se consideraba interesante tener a alguien pequeño y ágil que se colocara en la línea buscando huecos y llevara con estoicismo los codazos de los defensas), pero por lo menos sé cómo funciona, a diferencia de otros muchos deportes, como el rugby, el béisbol, el fútbol americano... en fin, a diferencia de otros muchísimos, ahora que lo pienso. No soy muy aficionado, digo, pero tampoco me estorba ver un buen partido, si se tercia.

De acuerdo con estas premisas, ayer vi sólo algunos retazos de la final de la Copa del Mundo de Balonmano, jugada en Túnez entre los equipos representantes de Croacia y España. Vi retazos del partido, como digo, porque el espectáculo tampoco me apasionaba, pero, a cambio, asistí durante un buen rato al espectáculo final, de celebración nacional de la victoria, porque ese otro espectáculo sí que me pareció interesante. Antropológicamente interesante, que diría Zapatero.

Los jugadores estaban emocionados. Nada más lógico. No todos los deportistas ganan un campeonato del mundo a lo largo de sus carreras. Daban brincos, se abrazaban, aplaudían a los hinchas desplazados hasta Túnez... Todo normal. (Puesto a señalar algo un tanto estrafalario, y en todo caso infrecuente, señalaría lo que declaró a los medios informativos José Javier Hombrados, uno de los dos porteros: dijo que, como su mujer está embarazadísima y a punto de dar a luz, le pintaron la tripa de rojo, amarillo y rojo. Ignoro si lo harían para que exhibiera la enseña en público o sólo para lucirla en privado.)

Mi espíritu comprensivo puede abarcar incluso a las muestras de forofismo que dio Iñaki Urdangarin, que hasta lloró de alegría. Se supone que una representación oficial del Estado debe mostrarse más circunspecta y comedida, pero su caso es un tanto especial, como todo el mundo sabe.

Lo que a mí me llamó más la atención fue el despliegue de nacionalismo de los medios informativos. De esos mismos medios que a otras horas nos sermonean con largos discursos en contra de «los nacionalismos trasnochados», superados «definitivamente» por «nuestra actual ciudadanía europea». Ayer no se les caía de los labios el «España» -dicho como Dios manda, es decir, «Ehpaña»- y el plural mayestático: «¡Hemos sido infinitamente superiores!», «¡Ehpaña se ha mostrado intratable!» (lo cual, por lo visto, es bueno), «¡Hemos hecho Historia!», etcétera, etcétera. Hubo uno, de no se qué cadena de radio -di un repaso a todas, para ver si había alguna diferencia, y no-, que me hizo más gracia que el resto, porque durante la retransmisión del partido estuvo subiéndose al carro nacional o bajándose de él constantemente, según se desarrollara la jugada: «Deberían estar más atentos: ¡Han vuelto a perder el balón!», «¡Menos mal que lo hemos recuperado!». Me recordó al viejo chiste del monje: «Que dice el padre prior que bajéis al huerto y que cavéis». Y a las horas: «Que dice el padre prior que subamos al comedor y que comamos».

Imagino que para apercibirse del empacho de nacionalismo que estaban exhibiendo era condición necesaria verlo desde fuera, como en mi caso. Comprendí cómo funciona la psicología de esta gente: ellos no se consideran nacionalistas españoles; se consideran buenos españoles, sin más.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (7 de febrero de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de noviembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/02/07 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: apuntes 2005 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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