Si yo fuera mujer y figurara como candidata en una lista electoral en las próximas elecciones castellano-manchegas, me entraría una depresión de mil pares. Imaginaría a todo el mundo sospechando que me han puesto ahí por imperativo legal. Pensaría en mis compañeros de candidatura haciendo gracietas en la barra del bar: «No vale gran cosa pero, qué quieres, es tía».
El intento de Bono de obligar a todos los partidos a presentar listas paritarias, con tantos hombres como mujeres y por riguroso turno, es obviamente anticonstitucional, porque él no es quién para privar a los demás partidos del derecho a formar sus listas como mejor les pete. Pero eso no es lo peor de su pretensión. Lo peor es que es demagógicamente imbécil. O imbécilmente demagógica. No tiene la menor utilidad de cara al fin presuntamente buscado, e incluso puede perjudicarlo. Para lo único que sirve es para que él aparezca como supuesto paladín de la igualdad entre los sexos. Pero de lo que se trata no es de lograr una igualdad meramente formal y ficticia, sino de promover la igualdad real, asunto que se plantea en un terreno en el que él no ha tomado ni una sola iniciativa especial: el de la más tierna infancia.
Por lo demás, de aplicarse su propuesta, se podría llegar a situaciones tan grotescas como que a las elecciones regionales de Castilla-La Mancha no pudiera concurrir un partido de mujeres, como el Partido Feminista, a no ser que metiera en su lista a un 50 por ciento de hombres, o, por el contrario, que resultara imposible que se presentara una candidatura de hombres divorciados disconformes con la legislación sobre pensiones alimenticias, cosa que no tendría nada de especial (ahí está el caso de Francia, donde hubo una candidatura de defensores de la caza). ¿Por qué no iban a poder existir esas propuestas electorales? ¿Porque no le da la gana a don José Bono, de profesión paseante bajo palio cada Corpus Christi?
A Bono le importa una higa la paridad de los sexos en la representación política. De importarle realmente, habría empezado por asegurarla en su propio Gobierno regional, donde los hombres duplican a las mujeres. Él tuvo plena libertad a la hora de formar su Gabinete. ¿Por qué no eligió tantas mujeres como hombres, o más? ¿Por qué no implantó idéntica norma en su Administración?
Lo que quiere es captar titulares. Hacer populismo barato.
Blas Piñar dice que Bono le gusta. Sostiene que es un político que se comporta como buen español.
No seré yo quien le discuta a Blas Piñar sobre tales materias. Seguro que sabe de qué habla.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (16 de junio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de abril de 2017.
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