Oí una entrevista radiofónica con Ángela Rodicio hace unos días. Dijo algunas cosas que no me convencieron nada, sobre la posibilidad de hacer una labor informativa honrada en TVE -sobre todo ahora que Urdaci, el usurpador, ha sido derrotado por las fuerzas del Bien-, pero tuvo una respuesta con la que simpaticé de inmediato. Preguntada sobre lo que estaba sucediendo en aquel mismo momento en Bolivia, la ex corresponsal de TVE en Oriente Medio respondió: «No tengo ni idea. Conozco muy poco esa zona del mundo».
Me parece correcto eso de admitir con franqueza las propias lagunas. Sobre todo cuando uno no se dedica tanto a informar como a opinar, es decir, a jerarquizar los datos de la realidad y a interpretarlos en un determinado sentido. En lo que a mí respecta, sé que hay algunas materias que más o menos controlo -tampoco mucho-, otras de las que tengo algunas nociones elementales, otras de las que apenas sé nada y otras más, muchísimas más, de las que no tengo ni pajolera idea. ¿No es preferible confesarlo abiertamente?
Simpaticé con la contestación de Rodicio tanto más a gusto cuanto que ese mismo día me había sucedido casi lo mismo y con el mismo tema. Me llegaron varios correos en los que algunos lectores me preguntaban, como con cierto asombro, si no iba a escribir nada sobre Bolivia. Pero, ¿qué iba a decir, si sólo sabía lo que había leído en cuatro artículos de prensa, por lo demás poco fiables? Para escribir que me alegro de que los pueblos se rebelen contra la opresión y el expolio, añadiendo de paso que me produce una especial satisfacción que le toquen los pozos a Repsol, casi mejor abstenerme: la sacrificada gente que me lee a diario no se merece que la castigue con generalidades y topicazos.
En tiempos sí estuve más informado sobre Bolivia. Hace casi 40 años. Seguí con juvenil pasión la disparatada aventura selvática de Ernesto Guevara, la encerrona que le montó Óscar Zamora, el secretario general del Partido Comunista de Bolivia -menuda pieza-, las ambigüedades del propio Fidel ante aquel intento de exportar una revolución inexportable, la incapacidad del Che para estrechar lazos con un campesinado que desconfiaba de él y que lo delataba a las primeras de cambio, el tragicómico deambular de Régis Debray, paladín de la gauche divine metido a guerrillero... Pero, ya digo: todo eso fue hace 40 años. Más que castigaros con retazos de recuerdos mal conservados, os recomiendo la lectura de la abundante documentación que figura en la Red. A mí me ha resultado de gran interés repasar la aventura vital de un canalla local altamente representativo, Hugo Bánzer. Os encarezco el repaso de esa documentada nota biográfica, en la que aparecen no pocos dramatis personae de la tragedia boliviana del siglo XX (no tanto de lo que llevamos de este siglo XXI).
Bueno, y lo dejo, que para no tener nada que decir ya llevo dicho demasiado.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2017.
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