Estaba la princesita
al borde del estanquito,
y divisó una ranita
que croaba muy quedito.
«¿Eres ranita o sapito?»
preguntó la princesita
que era un poco cegatita.
«¡Voto a bríos, princesita!
-contestóle el batracito
dando un enorme saltito-.
«Ni sapito ni ranita,
que soy todo un princesito
al que una mala brujita
ha convertido en bichito».
«¡Pues vaya una putadita
que te hizo, chavalito!»,
respondió la princesita
dudando entre la risita
y el franco cachondeíto.
«¡Oh, no seas perversita
y sé conmigo buenita,
que si me das un besito,
dejaré de ser ranita
y volveré a princesito!».
Conmovióla el discursito,
más por breve que bonito.
Rebajóse la niñita
hasta tocar el agüita
y un osculito muy tibio
depositó en la cosita.
Rompióse así el hechicito
de la pérfida brujita,
surgió una nube de humito
y en lugar de la ranita
apareció un muchachito.
«¿En qué reino o condadito
-requirió la princesita-
te hechizaron, niño mío?».
«En ninguno, chavalita
-contestó el reconvertido-;
soy tan sólo un pastorcito.
Pero no me apetecía
lo que se dice ni pito
seguir siendo una ranita.
Me resultaba un asquito».
Moraleja: Más vale pastor/ sin
blasón ni nada,/ que príncipe
egregio/ que nos salga rana.
Javier Ortiz. Zooilógico. Batracius Miraculosus (infanta Elena y Jaime de Marichalar). El Mundo (17 de marzo de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2013.
Comentar