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2003/09/23 06:00:00 GMT+2

Aznar, teórico y práctico

Tomé ayer por la tarde un taxi bajo el sol de plomo de este maldito fin de verano capitalino. Iba tratando de levantarme el ánimo con los aires mentales de la canción de Brassens que lleva el nombre del día y que canto todos los 22 de septiembre (*) desde hace años, por motivos que no hacen ahora al caso, haciendo lo posible por olvidar la cita que tenía a continuación con el dentista.

El golpe fue fuerte: la radio del taxi me hizo pasar del recuerdo de la voz cálida del viejo Georges al verbo espeso de José María Aznar, que discurseaba desde Nueva York en un foro internacional reunido para analizar las raíces del terrorismo.

Mi primer impulso -lógico- fue reclamar al taxista que cejara en su intento de torturarme con ese perverso Rodríguez Galindo de la oratoria. Pero, así que presté atención al rollo que se estaba soltando, se despertó mi curiosidad.

Centró Aznar su intervención en negar la mayor, reprochando implícitamente a los reunidos que se dispusieran a hablar de las raíces del terrorismo. Les dijo que es un error conceder importancia a las causas que pueden explicar los actos de violencia terrorista. «Hay que desmitificar la idea misma de causa», sentenció. Para él, sólo han de tenerse en cuenta los efectos. En consecuencia, lo único que hay que estudiar es cómo acabar con los terroristas.

Eso dijo.

Los otros destacados intervinientes -Annan, Chirac, Chrétien, Lula da Silva- dedicaron sus intervenciones al enunciado del foro, examinando las realidades que explican -no que justifican, por supuesto- la existencia del terrorismo y planteando la necesidad de superar las situaciones de injusticia, frustración y sufrimiento que pueden contribuir a que surjan y obtengan cierto respaldo social tales o cuales fenómenos de violencia política organizada.

Nadie se tomó el trabajo de responder a la tesis de Aznar. Tal vez por delicadeza.

El discurso del presidente español se basó, todo él, en un sobreentendido falso. Prescindió de definir qué entiende por terrorismo, dando por hecho que, cuando se trata del terrorismo, todo el mundo habla de lo mismo. Y quedó claro que no es así.

Por el sentido de las palabras de Aznar, se deduce que considera terrorismo todo acto de violencia política realizado por quienes no actúan bajo el paraguas de la autoridad de un Estado. Pero ésa es una simplificación inaceptable. En primer lugar, porque, si el terrorismo fuera eso, quedaría excluida la existencia del terrorismo de Estado. Y en segundo término, porque, si toda violencia no legitimada por la autoridad de un Estado fuera condenable, quedaría anulado de un plumazo el derecho a combatir los regímenes tiránicos. La primera pretensión contradice el Derecho internacional. La segunda, el sentido mismo de la justicia y, ya de paso, la propia doctrina de los Padres de la Iglesia de la que Aznar se declara devoto fiel.

Si más allá de la autoridad de los estados no hubiera violencia justa, ninguna revolución podría ser justa.

Incluso aceptando que Aznar no pretenda que ese estrafalario principio valga para juzgar el curso general de la Historia -quedarían en muy mal lugar la toma de la Bastilla, el levantamiento armado de George Washington contra las tropas británicas y la propia resistencia europea contra el nazismo, sin ir más lejos-, es obvio que su mera aplicación a la actualidad obligaría a replantear las relaciones, incluídas las del Reino de España, con un buen puñado de estados cuyos actuales gobernantes han llegado al poder manu militari, contando con las autoridades establecidas únicamente para pasarlas por las armas.

Es realmente sorprendente que Aznar se crea autorizado para dar lecciones sobre terrorismo al resto de los líderes del mundo, dictándoles de qué deben y de qué no deben hablar. Porque tampoco puede decirse que sus insuficiencias como teórico se vean paliadas por sus éxitos como práctico.

Todos sus colegas internacionales saben que ya hace siete años que prometió que en seis habría acabado con ETA.

Suerte tiene de que no se lo recuerden.

(*) He aquí la letra de la canción en cuestión.

LE 22 SEPTEMBRE

(Georges Brassens)

Un vingt-deux septembre au diable vous partites,
Et, depuis, chaque année, à la date susdite,
Je mouillais mon mouchoir en souvenir de vous.
Or, nous y revoilà, mais je reste de pierre.
Plus une seule larme à me mettre aux paupières.
Le vingt-deux septembre, aujourd'hui, je m'en fous.

On ne reverra plus, au temps des feuilles mortes,
Cette âme en peine qui me ressemble et qui porte
Le deuil de chaque feuille en souvenir de vous.
Que le brave Prévert et ses escargots veuillent
Bien se passer de moi pour enterrer les feuilles.
Le vingt-deux septembre, aujourd'hui, je m'en fous.

Jadis ouvrant mes bras comme une paire d'ailes,
Je montais jusqu'au ciel pour suivre l'hirondelle
Et me rompais les os en souvenir de vous.
Le complexe d'Icare à present m'abandonne.
L'hirondelle en partant ne fera plus l'automne.
Le vingt-deux septembre, aujourd'hui, je m'en fous.

Pieusement noué d'un bout de vos dentelles,
J'avais sur ma fenêtre un bouquet d'immortelles
Que j'arrosais de pleurs en souvenir de vous.
Je m'en vais les offrir au premier mort qui passe.
Les regrets éternels à présent me dépassent.
Le vingt-deux septembre, aujourd'hui, je m'en fous.

Désormais, le petit bout de coeur qui me reste
Ne traversera plus l'équinoxe funeste
En battant la breloque en souvenir de vous.
Il a craché sa flamme et ses cendres s'éteignent.
A peine y pourrait-on rôtir quatre châtaignes.
Le vingt-deux septembre, aujourd'hui, je m'en fous.

Et c'est triste de n'être plus triste sans vous.

(Sólo el último verso -magnífico, por lo demás- me sobra.)

Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de septiembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de diciembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/09/23 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2003 brassens chirac nueva_york lula terrorismo aznar annan | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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