Rodríguez Zapatero está que fuma en pipa por la machaconería con la que los candidatos del PP, como un solo hombre -Aznar, en concreto-, denuncian la alianza que los socialistas, según ellos, tienen establecida «con los comunistas». Replica el secretario general del PSOE que su partido no tiene ningún pacto con Izquierda Unida y recuerda al jefe del Gobierno que el PP es la única formación política con la que ha suscrito algún acuerdo que desborde lo meramente circunstancial o lo estrictamente local.
Tiene toda la razón. Es así.
Pero precisamente eso es lo malo.
Debería reflexionar sobre esa circunstancia que él mismo admite, e incluso exhibe. ¿No se da cuenta de cuán incoherente resulta su propensión a pactar medidas políticas de primerísima importancia con unos gobernantes que, según denuncia a diario, cercenan las libertades, desdeñan la voluntad mayoritaria de la ciudadanía y se hunden cada vez más en el cenagal de la intolerancia y el reaccionarismo?
Afirma Aznar que el PSOE está practicando una oposición radical, razón por la cual -dice- ataca al Gobierno «con quien sea y por lo que sea». Desbarra de nuevo. Lo cierto es que Rodríguez Zapatero está haciendo una oposición realmente light (baja en calorías, al menos), amagando mucho y no pegando apenas. Reciente ejemplo: pide al PP que no se las dé de azote de dictadores, porque, como insista, se verá obligado a airear el pasado franquista de algunos de sus próceres. ¿Y por qué no habría de airearlo de todos modos cuando venga a cuento, como es el caso, puesto que de oponerse a dictaduras se habla?
Otro ejemplo de argumentación desdichada de Zapatero: trata de devolver la pelota a Aznar y saca a relucir la vieja historia de la «pinza» que supuestamente formaron el PP e IU para combatir a Felipe González. Triste y ramplón recurso. Basta con recordar los hechos -los hechos reales, no los mitos- para comprobar que entonces ocurrió lo mismo que ahora, sólo que al revés: con quien más coincidencias legislativas tuvo el PP, a la sazón principal partido de la oposición, fue con el PSOE. De hecho, con IU apenas tuvo ninguna.
A fuerza de tratar de contentar a los electorados más diversos, Zapatero corre el peligro de defraudar a todos. Los más conservadores le reprocharán que no aporte ningún aire nuevo a las recetas neoliberales, en tanto los partidarios de un cambio real concluirán fácilmente que, si tal cosa llegara a producirse, no será desde luego por su contribución decisiva.
Se decía de Pierre Joseph Proudhon que lo suyo no tenía remedio: las derechas lo consideraban demasiado de izquierdas, y las izquierdas, demasiado de derechas.
Quizá en eso Rodríguez Zapatero guarde un cierto parecido con Proudhom. En eso y sólo en eso, por supuesto.
Y por desgracia.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (29 de abril de 2003) y El Mundo (30 de abril de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de abril de 2017.
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