Se perpetró ayer en Madrid, como todos los años por estas fechas, la corrida de toros de la Asociación de la Prensa capitalina. En primera fila de la plaza de Las Ventas se sentó el jefe del Estado, Juan Carlos de Borbón, junto al presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja.
El monarca, atendiendo al patrocinio del festejo, accedió a ser entrevistado en directo por un periodista de Canal Satélite Digital, emisora que retransmitía el suceso a través de Canal Deporte (sic). Sentado frente al televisor, soñé por un instante con la posibilidad de que el entrevistador, consciente de las especificidades del personaje, le preguntara: «Díganos, majestad, ¿qué le gusta más: una buena corrida o una buena corrida?» No se produjo el milagro. Tuve que conformarme con una arenga regia sobre la necesidad de respaldar «nuestra fiesta nacional».
Bueno, pues hablemos de eso. ¿Hay que respaldar la tauromaquia? Los antitaurinos saltan al punto y dicen que de eso, nada; que lo que hace falta es prohibir de una vez por todas ese lamentable y sanguinolento espectáculo. Lo cual conduce de modo inevitable al eterno debate: que si las costumbres populares, que si los atavismos, que si las tradiciones y el margen de tolerancia que deben merecer (o no), que a ver quién es el guapo que se atreve a meter mano a los Sanfermines, etcétera.
La discusión que yo planteo es previa y apunta a las propias palabras del rey, que reclama apoyo para el mundo del toro. ¿Quién se supone que debe prestarle ese apoyo? Digo yo que, si realmente es «la fiesta nacional», si está tan «dentro de la entraña del pueblo» como aseguran y si hay tantos y tantos dispuestos a romperse los cuernos para que se mantenga per in sæculam sæculorum, no deberían tener mayor problema. Que se lo sufraguen ellos mismos de su bolsillo y ya está.
Pero no. Reclaman subvenciones públicas.
El debate no debería versar sobre si hay que prohibir o permitir la sedicente fiesta, sino sobre quién debe correr con los gastos. Sobre si hemos de pagar entre todos un espectáculo que, digan lo que digan, sólo interesa -y de manera ocasional- a una muy exigua minoría de la población española.
Porque ése es el meollo del asunto. La Feria de Abril, San Isidro, los Sanfermines... Hay al año, sí, un puñado de ferias, aquí y allá, que se autofinancian, o que incluso arrojan algún beneficio (*). Pero, salvando esas corridas, que son pocas, la gran mayoría de los festejos que se celebran durante la larga temporada taurina no dan ni de coña para cubrir gastos. Y con los beneficios exclusivos de las ferias más sonadas no se podría mantener todo el tinglado taurino: la crianza de reses bravas, los honorarios de los matadores, los sueldos de las cuadrillas... Para sustentar eso se requiere un dineral, y ese dineral no entra por taquilla.
Ahí está el punto débil de la pésimamente llamada «fiesta nacional». Liberalícese, privatícese realmente el negocio de la tauromaquia, prohíbase a ayuntamientos y diputaciones inyectarle fondos por vía directa o a través de asociaciones, hermandades, montepíos o las vainas que sean, déjenlo de una vez a su suerte, como si fuera un astillero, y ya veremos cuanto aguanta. Cuanto no aguanta, quiero decir.
Reclamemos a Bruselas que examine las cuentas del mundo de los toros y que se pronuncie sobre las subvenciones que recibe de las administraciones españolas, particularmente de las locales. Y si dictamina que ese dinero público no está protegiendo ningún bien social, que obligue al Estado español a cerrar ese grifo.
¿Para qué debatir sobre filosofías cuando el problema es de mero rigor presupuestario?
(*) Incluso ésas no se financian gracias a la afición. Buena parte de las plazas se llenan en esas fechas de gente que ni entiende de toros ni le importan una higa; que va a lucir el palmito, a que la vean y a ser vista. Bastaba con echar una ojeada a los tendidos de sombra ayer en Las Ventas: pijerío a tope. De ambos sexos. (Luego está el caso especial de Pamplona, donde la principal ocupación de la mayoría es armar bulla y comer.)
Javier Ortiz. Apuntes del natural (28 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2017.
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