En los ya muchos años que llevo dedicado a esto de escribir sobre la actualidad política, tanto en estos pagos como por esos mundos del Señor, nunca me había topado con cosa igual.
Cuando nos llegaron el pasado martes los papeles laosianos, nos quedamos tan perplejos que nos entró la duda. ¿Y si nos estuvieran tendiendo una trampa? ¿Y si lo que quisieran es coger a El Mundo en un espectacular renuncio para desacreditarnos ante los lectores? Pero no podía ser: nuestra fuente era realmente inmejorable. Me recuerdo mirando aquellos papeles una y otra vez, entre fascinado y horrorizado: ¿sería posible que Belloch hubiera mentido con tanto descaro al país en la muy jovial y dicharachera ceremonia de la mañana? Tal era nuestro estupor que no quisimos dar por hecha la mentira y decidimos -si el lector repasa el titular de portada y el artículo editorial del miércoles podrá comprobarlo- dejar abierta la posibilidad de que el biministro tuviera una explicación para aquel disparate: que aquellos fueran unos papeles que se habían manejado, pero no aprobado al final, o algo así. Cuando esa misma noche el director general de la Policía aceptó su autenticidad ante las cámaras de televisión, y todavía más cuando el propio ministro, notario mayor del Estado, la revalidó al día siguiente en una nueva conferencia de prensa, ya no nos cupo duda alguna: ¡había sido así! ¡Era verdad: había incurrido en esa monstruosidad!
Hasta ahí todo era de bochorno, pero verosímil: quedaba claro que Belloch es un mentiroso como la copa de un pino, pero eso tampoco demostraba gran cosa. Ni siquiera arruinaba su carrera política. Teniendo en cuenta que en este país los hay que han mentido una y otra vez como bellacos y ocupan puestos de mayor postín, lo mismo esa exhibición de cinismo revelaba que el biministro estaba llamado a más altos destinos.
Lo más asombroso, lo realmente inesperable, lo pasmoso, lo que jamás habrían podido imaginar ni siquiera las mentes más retorcidas -la mía, por ejemplo- es lo que ha venido a continuación: primero la sospecha y más tarde la práctica certidumbre de que todo es falso. Todo: los documentos, la historia, Laos, los policías y el sursuncorda.
Ha habido en esta historia tanto estafador en acción, tanto perverso que creía estar dándosela con queso a quienes creían estar dándosela con queso a él, que ya sólo está claro que nada está claro.
Todo es auténticamente falso. Empezando por el propio Belloch.
Hay quien sostiene que para estas alturas su apellido debería pronunciarse Bellac. No estoy de acuerdo. El bellaco es ruin, pero astuto. Él ha evidenciado que es ruin, pero pardillo. Primero calló lo que debería haber contado, y fue ruin, y después dio solemnemente por bueno lo que debería haber comprobado, y fue pardillo.
No es bellaco. Es felipista.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de marzo de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 9 de marzo de 2011.
Comentarios
Escrito por: Quique.2011/03/09 09:38:52.500000 GMT+1
¿...?
Creo que fue Antonio Cánovas del Castillo quien dijo:
"Español es quien no puede ser otra cosa"
Escrito por: .2011/03/09 17:18:31.032000 GMT+1
Escrito por: Ego.2011/03/13 00:58:39.478000 GMT+1