Imagino que a la gente joven de hoy las batallitas de los héroes del antifranquismo le parecerán tan aburridas como a los de mi generación nos sonaban las de los excombatientes de la Guerra Civil. Cada vez que, allá por los 60, me topaba con un cuarentón o cincuentón que se empeñaba en hacerme cumplido relato de sus aventuras y desventuras guerreras, me entraba un deseo irreprimible de salir corriendo. Me interesaba -y mucho- la Guerra Civil como fenómeno político y social, pero no el triste anecdotario de quienes lo protagonizaron sin entender un pijo de lo que ocurría.
Aleccionado por tan clarificadora experiencia juvenil, en la actualidad me abstengo muy mucho de dar la vara contanto historietas de la grey antifranquista. El personal -en particular el más joven- no tiene la culpa de que fuéramos tan poquitos y nos zurraran tanto.
Sin embargo, una cosa es no contar historietas y otra no contar la Historia. O, peor aún, contarla como no fue. Que es lo que está haciéndose.
Ayer, sin ir más lejos, leí en el periódico que Manuel Fraga, como ministro de Información de Franco, fue un «liberal prudente». Toma ya: un individuo que cercenó la libertad de expresión y que llevó a la cárcel a muchos por atreverse a criticar la dictadura, convertido en «liberal prudente». ¿Que había algunos todavía más fascistas que él? Vale. Pero fascista de segunda no equivale a liberal de primera.
El casi nulo esfuerzo que se ha hecho por desvelar la historia real del franquismo, contándosela tal cual a quienes no pudieron verla -porque no habían nacido- o no quisieron verla -para justificar su falta de compromiso- permite los más burdos maquillajes biográficos. Como el de Fraga. O como el de tantos felipistas que se dedican ahora a reprochar a otros su pasado, como si ellos fueran la más genuina representación de quienes lucharon contra la dictadura, cuando lo cierto es que transitaron por el franquismo como el rayo de luz por el cristal, sin tocarlo ni mancharlo.
Conscientes de que les dejaba en mal lugar, los ex franquistas y los neodemócratas acordaron vedarse -y vedarnos- el recuerdo del pasado. Ahora, insaciables, quieren tener un pasado a su medida.
Javier Ortiz. El Mundo (28 de agosto de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de agosto de 2010.
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