La única satisfacción que me queda es que, en este caso, nadie podrá mirarme con displicencia y decir que soy un hipocondríaco.
Lo relataré brevemente, y en seguida entenderéis por qué.
Ayer, por razones incomprensibles en las que lo único que tengo claro es el papel de Isaac Newton, un espejo del hotel en el que estoy, en Barcelona, decidió desprenderse. Y yo decidí intentar sujetarlo. El espejo se hizo añicos en el aire, y dos de sus pedazos cayeron sobre mi antebrazo derecho, provocando un desastre -dos, en realidad- de dimensiones conmensurables, pero espantosas. Un corte, en forma de U, llegó hasta el hueso. Según dijo un simpático médico del hospital donde acabé, era "como si alguien hubiera querido quitarte un solomillo, para que me entiendas". Habría sido un solomillo grueso, a fe, pero la imagen da bien la idea de lo que quedó colgando.
El otro corte fue grande pero, comparativamente, una broma.
Bueno, abrevio. Chorro de sangre que iba mareando a todo el mundo, torniquete, ambulancia, Hospital del Mar, cirugía, una buena noticia (no hay ningún tendón roto), una operación de cerca de dos horas, puntos de sutura hasta el aburrimiento (no sé cuántos porque no miraba, pero más de medio centenar, desde luego) y, al final, el brazo en cabestrillo por no menos de tres semanas.
Esto que sale aquí escrito lo he compuesto con una sola mano, sin Dios ni ayuda. Veremos si me arreglo para seguir escribiendo en las próximas semanas. Las cosas de ganarme el pan las haré como sea, claro, pero el resto...
No tenía ni idea de todas las cosas que se hacen con dos manos. Empiezo a saberlo. Y a 600 kilómetros de casa.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de noviembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de noviembre de 2017.
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