Varios cantautores se disponen a sacar un disco de canciones contra la guerra y se les ha ocurrido que el librito que acompañe el cedé incluya textos de algunos escritores –o escribidores, como es mi caso– que hablen de eso mismo: de la música y la guerra. Tal vez lo mío tenga algo de obsesión, pero mantengo mi empeño en que el creciente rechazo a la agresión que se dispone a perpetrar el Gobierno de Bush contra Irak no se traduzca en ningún tipo de odio entre los pueblos y que, en particular, sepamos mantener hacia el pueblo de los Estados Unidos de América –como ante cualquier otro pueblo del mundo– una actitud de respeto y de amistad. Porque la paz sólo puede venir de la comprensión y la solidaridad entre “los de abajo” (y “las de abajo”). Es decir, de la gente a la que finalmente siempre le toca hacer de carne de cañón. Éste es el texto que les he enviado:
Ahí palpita la variedad, la riqueza espiritual y la vitalidad de un pueblo inmenso. Ahí estalla la contradicción flagrante entre la cultura hermosamente mestiza de una nación nacida del encuentro entre los hijos y las hijas de tantas otras y el monolitismo hierático de una casta dirigente cerril y criminal.
Buscad el retrato de los Estados Unidos de América también en su música. Hacedlo.
Formo parte de una generación que casi no escuchó en su niñez más canciones que las europeas y las latinoamericanas. Apenas me llegaron –ya en la adolescencia– algunas pocas venidas de por aquellos lejanos pagos norteños: un poco de rock de instituto almibarado. Mi interés real por la música de los EUA vino años después, de la mano de las inquietudes sociales y de la política. Fue la música que acompañó la oposición a la guerra de Vietnam, la lucha por la igualdad de derechos, la solidaridad con los inmigrantes, la crítica del adocenamiento social y el conformismo...
Descubrí entonces maravillado expresiones artísticas de hondísimas raíces, tocadas y cantadas con el alma –allí la llaman soul–, con rabias y con tristezas –allí las llaman blues– provenientes de los registros geográfica y culturalmente más diversos, con ritmos y melodías dispuestos a entrelazarse cual si hubieran nacido predestinados al entendimiento, como en ese invento inimitable que llamaron rock & roll, híbrido de la música más blanca (el country) y la música más negra (el rythm & blues).
«This land is your land / this land is my land...». Llevo siempre en mi memoria la voz nasal y sin concesiones de Woody Guthrie, acompañada por aquella vieja guitarra en la que escribió «Esta máquina mata fascistas».
«Este país es tu país, este país es mi país... Este país fue hecho para ti y para mí». Gracias a Woody, y a su hijo Arlo, y a Pete Seeger... y a una amplísima, a una infinita legión de gente negra, hispanoamericana, irlandesa, centroeuropea, rusa, griega, a una legión de hombres y mujeres de voz emocionada y mano fraterna, aliento el convencimiento de que en efecto, aquel país es también mi país.
Así que maldigo a Bush y a su jauría por lo que le van a hacer a Irak, sin duda, pero también por lo que están dañando al pueblo de los Estados Unidos: un pueblo que siento como mío propio.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (9 de febrero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de febrero de 2017.
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