¡Si fuera cosa de apreciación, o de matiz, o si el dilema bailara en el canto de un duro! Pero qué va: los sondeos indican que la ciudadanía española rechaza por abrumadora mayoría los planes de guerra contra Irak. No sólo se opone a un ataque unilateral y al margen de las Naciones Unidas, como el que se declaran prestas a desencadenar las fuerzas del eje Washington-Londres-Madrid, sino a cualquier hipótesis guerrera, aunque contara con el visto bueno del Consejo de Seguridad.
A Aznar le da igual. Él va a atenerse «sin complejos» -dice- a sus propias querencias internacionales.
Me da que el presidente del Gobierno no se da cuenta de que en este asunto interviene una cosa que se llama democracia.
La democracia, formalmente hablando, se concreta en unas elecciones que se celebran cada tantos años. Cierto. Pero la democracia, en tanto que principio rector de la organización social, no se suspende entre unas elecciones y las siguientes. El representante tiene la obligación moral y política de respetar la voluntad de los representados, siempre que la perciba de manera clara, rotunda y unívoca, como es el caso.
Las papeletas de voto no son patentes de corso que autoricen a sus receptores a hacer con ellas cualquier cosa, incluyendo las supletorias del papel higiénico. Nadie está autorizado a tomarse las urnas como un engañabobos, en plan «Santa Rita, Rita, Rita; tú me votaste, ahora te chinchas».
De acuerdo en que el electo no puede estar sometiendo cada asunto a votación, a ver qué le dicen sus electores. Pero aquí no estamos hablando de un asunto cualquiera. Se trata de decidir si respaldamos una operación bélica que puede provocar -¡literalmente!- decenas de miles de víctimas inocentes en sólo su primer día de ejecución. Que en una semana habrá matado más que ETA, el IRA, el GIA, Al Qaeda, el Mau-Mau y el Sursuncorda durante todas sus distintas e inhomologables existencias. No lo digo yo: son las estimaciones que hacen los propios expertos militares de allende el Atlántico. Sólo en las primeras 24 horas de la próxima contienda, los Estados Unidos de América proyectan lanzar sobre Irak más misiles que todos los que dispararon durante la anterior Guerra del Golfo. Incluso se plantean la posibilidad de utilizar bombas nucleares tácticas. ¿Quién cuenta aquí con armas de destrucción masiva? Dios mío, qué barbaridad.
¿Tiene derecho Aznar a obligarnos a respaldar esa carnicería -así sea sólo como contribuyentes, financiadores de su aparato de guerra- en función de su falta de complejos?
Allá cada cual con su conciencia. En todo caso, que conmigo no cuente. Yo estoy lleno de complejos.
Estoy seguro de que, si ayudara a matar en masa, me entraría un enorme complejo de cómplice.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (31 de enero de 2003) y El Mundo (1 de febrero enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2017.
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