Hoy se reúnen los ministros de Exteriores de la Unión Europa para tratar de establecer una política común con respecto a la guerra contra Irak que preconizan los EUA. Ana Palacio acudirá al encuentro, pero nadie tiene ni la menor duda de qué posiciones defenderá: ya escucharon ayer a Colin Powell en Davos. Es motivo de chanza en todas las cancillerías europeas la papeleta que está jugando el Ministerio español de Exteriores, que no se permite ni la menor intervención pública sin antes consultar con el Departamento de Estado estadounidense.
Se da por hecho que Ana Palacio obra así en aplicación de las instrucciones que le ha impartido José María Aznar, pero hay modos y modos de hacer las cosas. Ella muestra su servilismo hacia Washington tan a las claras, tan burdamente, que no sólo produce vergüenza ajena, sino incluso propia: varios altos cargos de su Ministerio han dejado traslucir el profundo malestar que les produce la desangelada torpeza de su jefa circunstancial.
Se quejan también de que, en cuanto se ve obligada a salirse del guión prefijado, Palacio no sabe qué hacer. Se sume en el desconcierto y acaba resolviendo con la brusquedad y la intemperancia típicas de las personas inseguras, dejándose llevar a menudo por los consejos del último favorito. Porque también sus favoritismos son, según cuentan, muy transparentes, lo mismo que sus tirrias, lo que está convirtiendo el Palacio de Santa Cruz en escenario de toda suerte de intrigas y navajeos.
Reconozco que, cuando Aznar la nombró, me sentí inclinado a concederle un cierto margen de tolerancia. Se la veía tan cuitada, tan desasistida, tan perdida... Di en suponerle una intensa vida interior. Me gustó que, a diferencia de su hermana, se hiciera llamar Palacio, a secas, sin ese «de» de pretensiones aristocraticistas. Perdí en la comparación: por lo menos, su hermana se estudia los expedientes, tiene criterios propios y sabe organizar el trabajo en equipo.
No dudo de que Ana Palacio tendrá sus virtudes. Dejémoslo en que, por más que pasa el tiempo, yo no logro encontrárselas.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (27 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2017.
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