La luz se levanta sobre Aigües.
Aigües es un mínimo pueblecito, un recuerdo de balneario que vegeta al pie de la montaña, a unos cuantos cientos de metros de altura sobre la mar alicantina, entre Campello y La Vila Joiosa.
Mi casa está en una colina, a dos kilómetros del pueblo.
Veo desde aquí sus casitas. Ya hay algunas luces encendidas.
Noto la mar abajo, aún oscura, tenebrosa.
Me siento para ver cómo amanece lentamente sobre el valle.
Ayer llovió. Huele levemente a jazmín.
De la casa sale una extraña música: Oppenheimer, una larga pieza de Jocelyn Pook que evoca con infinita tristeza el bombardeo de Hiroshima. Mezcla unas declaraciones de Oppenheimer a la NBC («Unos pocos lloraron, la mayoría guardó silencio...»), un canto obsesivo judío y un kyrie de aire gregoriano compuesto por la propia Pook, que canta a varias voces y toca el órgano, los violines y las violas. La suave música melancólica se mezcla con el trino de algunos pájaros que se han acercado, tal vez atraídos por el canto.
Hay una extraña magia, como una niebla que hiciera aún más tenue el amanecer del otoño.
Acaba la música.
Ya es más de día.
Enciendo la radio. Preparo café.
Todo me parece irreal.
Esto y aquello.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (28 de septiembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de abril de 2017.
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