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2004/01/22 06:00:00 GMT+1

Álvarez Cascos

Ha sido siempre un político tosco en sus maneras, demasiado transparente y visceral. No son los defectos que más me repugnan, pero son defectos, qué duda cabe. Me contó un empleado del complejo de La Moncloa que, cuando ocupó, en tanto que vicepresidente primero, el edificio asignado a los de su rango, clausuró el cuarto de baño del que se servía Alfonso Guerra en sus tiempos. Por lo visto, lo consideraba maldito, o apestado, o algo así.

Fue implacable en la oposición -más sinceramente implacable, menos calculador que Aznar- y muy duro con sus enemigos cuando llegó al Gobierno. Su mayor problema estuvo, tal vez, en que se lanzó a algunas batallas tan aparatosas como problemáticas, no tanto por la fortaleza del enemigo -que también- como por el escaso entusiasmo de sus propias huestes. En ese sentido fue arquetípico su fracaso en la guerra digital contra Polanco: aparte de salir derrotado en toda la línea, se granjeó un muy poderoso enemigo que le ha perseguido hasta la tumba, zurrándole la badana a conciencia un día sí y otro también. Un enemigo que -maldita sea su estampa- cobra la barbaridad de 11,90 € por todos los partidos de fútbol de los que se reserva el monopolio, sean «de interés general» o no.

Nada más lejos de mi intención que pretender que no ha sido tan mal ministro de Fomento como se ha dicho. Hay pruebas de los muchos estragos que ha causado, a veces agravados por su proverbial cabezonería y por su total incapacidad para privarse de los placeres de la vida, algunos tan discutibles como la caza (jamás he entendido que alguien en sus cabales pueda disfrutar matando). Pero tampoco me cabe la menor duda de que otros ministros harto mejor tratados por los medios del grupo Prisa (los de Interior y Justicia, por ejemplo) han sido mucho más nefastos que él, y se han librado de la quema.

Merece también mención especial el hecho de que, en contra de lo que sus querencias belicosas permitirían esperar, ha sido durante los últimos años el dirigente del PP que ha mantenido una posición menos rígida con respecto a los nacionalismos periféricos. Incluso ha alertado a sus compañeros de Gobierno sobre el error que están cometiendo -él lo cree realmente- al enconar sus relaciones con los gobernantes vascos y catalanes.

Se quejó amargamente ayer, a la hora de su despedida, del muy escaso respeto que los medios de comunicación han tenido hacia su vida privada.

Tiene parte de razón. Pero sólo parte. La vida privada de los personajes con proyección pública debe dejarse al margen cuando ellos mismos la dejan efectivamente al margen. Pero si conviertes algo tan personal como una boda en un acontecimiento político, habrás de admitir que los comentaristas políticos la juzguen. Y si mezclas las prerrogativas presupuestarias de tu cargo gubernamental con la debilidad que sientes por una galerista de arte necesitada de vender, pues igual. Dicho lo cual, es sin duda cierto que algunos medios han entrado a saco en su vida personal, dado prueba de un mal gusto y de una carquería indignas de cualquier causa.

Pero ése es el signo de los tiempos. Raro es ahora el programa de televisión que no rezuma sangre y bilis: cadáveres destripados en la carretera, ejecuciones filmadas, cuerpos sanguinolentos extraídos de tales o cuales escombros, pobre gente ahogándose en riadas, o muriendo de hambre... y, a la vez, largas polémicas sobre hipotéticos atributos sexuales del éste o de la otra, sesiones de gritos e insultos en directo, comentarios zafios sobre las apetencias amorosas de decenas de personajes y personajillos...

Saturno devoró a sus hijos. La España aznarizada hace lo propio.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (22 de enero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/01/22 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: aznarismo pp álvarez_cascos apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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