Había escrito «Almunia no sirve», pero lo he corregido rápidamente: servir tiene demasiados sentidos.
Almunia no vale.
Lo dejó muy claro anteayer en México.
Ya lo había demostrado antes. Por ejemplo, cuando no se atrevió a montar el pollo el día en que Felipe González lo desairó de modo humillante. El expresidente decidió ponerse en el primer plano de lo noticioso mientras su teórico jefe acudía a La Moncloa a entrevistarse con Aznar. Le robó los titulares y él se enfadó la tira, pero se cuidó muy mucho de demostrarlo. Un político con carácter habría reunido al alto mando de su partido y le habría planteado el problema a las claras: «Si queréis que sea él quien mande, pedidle que vuelva. Pero yo no estoy aquí para figurar. Sobre todo, si ni siquiera figuro».
No hizo nada parecido.
En realidad, Almunia ha venido evidenciando desde hace meses su total carencia de temple. Lo toman por el pito del sereno. Dice: «No vivamos del pasado», y González le responde sacando la historia de la conjura. ¿A quién siguen los demás dirigentes del PSOE? A González, por supuesto. Y él tras ellos.
En México, el lunes, reveló que, además de no andar muy sobrado de carácter, escasea también de un sentido que es imprescindible para un político: el olfato.
Se ha criticado mucho a Almunia por haber puesto en similar plano al EZLN y a ETA, por haber avalado la política de Zedillo y por haberse distanciado de la resolución del Parlamento español sobre la matanza de Acteal. A mí, considerando determinados sucesos de política doméstica en los que no quisiera volver a incidir, me parece hasta normal que Almunia piense de ese modo. Lo que me deja de piedra es que sea tan troncho como para decirlo en público.
Les hablaba antes del olfato. Un político profesional tiene que ser capaz de oler lo que sienten sus seguidores -fijos o eventuales- y coreárselo, para lograr su adhesión. Así son las cosas de la electorería. Lo que en ningún caso puede hacer es arremeter frontalmente contra los sentimientos de sus potenciales votantes. Entre las gentes que en España se consideran de izquierda, el zapatismo cuenta con muchas simpatías. Y el Gobierno del PRI, con ninguna. Al vituperar a los zapatistas y corear a Zedillo, cabe que Almunia se haya granjeado el parabién de casi toda la derecha mexicana. A cambio, se ha ganado varios puntos de ojeriza en la izquierda española. ¿No sabe que la derecha mexicana no vota en España, y que la izquierda española sí? ¿Dónde ha aprendido marketing este hombre?
Almunia no vale. Entendámonos: no vale, decididamente, para marcar al PSOE un nuevo rumbo y llevarlo hacia él con firmeza. Ahora bien, si para lo que le han puesto es para que gestione el ínterin y para que no resista la comparación con el otro, entonces sí que vale.
Entonces sí que le sirve.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de marzo de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de marzo de 2012.
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