Podría estar dispuesto a reconocer que la juez francesa Laurence Le Vert, que me merece una confianza limitada, como la que siento por todos los jueces que asumen jurisdicciones especiales -excepción hecha de Baltasar Garzón, que no me merece ninguna, porque lo conozco bien-, tal vez cumplió con su deber cuando hizo llegar una comisión rogatoria a la Audiencia Nacional para que se tomara declaración a Juan José Agirre, venerable monje benedictino de Lazkao. Al parecer, las leyes francesas reclaman que, si el nombre de alguien aparece en el curso de la investigación de las actividades de un presunto delincuente y no queda claro a cuento de qué, se le pida que aclare qué relación tiene con el investigado. Por lo visto, en la casa de Antza apareció un paquete en el que figuraba que era para el padre Agirre. El paquete contenía panfletos y la juez Le Vert pidió que se le preguntara al benedictino de Lazkao qué sabía de eso.
Objeciones que me veo obligado a formular a partir de lo anterior: si la juez Le Vert estuviera informada -o, alternativamente, si se hubiera molestado en informarse-, sabría que Juan José Agirre, archivero de profesión y de vocación, mantiene actualizado desde hace muchísimos años un impresionante archivo sobre la política vasca, que incluye todo tipo de publicaciones, folletos, octavillas y hasta pegatinas, legales e ilegales, que le han ido siendo y le siguen siendo proporcionadas por cientos, si es que no miles de personas que saben del valor histórico-documental de ese archivo. Decenas de organizaciones, desde la Asociación de Víctimas del Terrorismo a ETA, hacen llegar al benedictino de Lazkao todo lo que publican. También Albizu.
La Vert no lo sabía. No está muy informada. Pero podía haber pedido a la Audiencia Nacional que lo averiguara, y la Audiencia -Garzón, en este caso-, en razón de la edad y la dignidad de la persona concernida, podía haberse tomado el trabajo de hacer las averiguaciones de manera discreta. Nanay. Envíó a la Guardia Civil y, acto seguido, filtró la noticia a la Prensa, no fuera a ser que pasara desapercibido este capítulo de su ejemplar trayectoria justiciera.
¿Y qué hizo la Prensa con sede en la capital del Reino? Mantener durante horas flotando en el aire titulares ambiguos que alimentaban la idea de que los curas vascos, en fin, ya se sabe cómo son, vete a saber, cualquier cosa. Todavía los periódicos de hoy, que cerraron sus ediciones cuando ya se sabía de sobra la verdad, alientan esa ambigüedad, con fotos en las que se ve al cura Agirre charlando con gente de la izquierda abertzale. Fueron a visitarle personas de todo tipo, pero la foto que tenían que sacar -y han sacado- era la del cura Agirre saludado por Permach.
Hace 15 días me topé en un bar de Bilbao con Permach y charlamos durante unos minutos. Qué suerte tengo de que no estuviera cerca ningún fotógrafo. (De Prensa, quiero decir. Del Cesid supongo que habría incluso dos, inmortalizando el encuentro.)
Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de febrero de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de noviembre de 2017.
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