El diputado general de Álava, el pepero Ramón Rabanera, declaró ayer de manera muy solemne que, si el plan Ibarretxe sigue adelante, «Álava se considerará liberada de la palabra dada en el año 1979». Amenazó, lisa y llanamente, con salirse de Euskadi.
«Álava», dice. Como si «Álava» fuera un ente pensante.
Lo que Rabanera anunció ayer en realidad -aunque no se atreva a formularlo así de crudamente- es que quien se plantearía la posibilidad de separarse de Euskadi es el PP de Álava. Su partido.
Rabanera hace como si no supiera que le sería del todo imposible llevar a término esa amenaza separatista, porque él es diputado general gracias a los votos del PSE-PSOE, que ni está ni podría estar por esa labor, entre otras cosas porque sus propios militantes no le dejarían. Rabanera no desconoce, ni mucho menos, que el PSE-PSOE está planteándose desde hace meses la posibilidad de presentar una moción de censura en su contra, y que si no lo ha hecho hasta ahora es, en resumidas cuentas, para no entregar la Diputación de Álava al PNV. Como para irle con propuestas aventureras de ese género.
Rabanera sabe eso de sobra, del mismo modo que sabe que el PP no podría romper con ninguna «palabra dada en 1979», porque el PP, por entonces llamado Alianza Popular, votó en contra del Estatuto.
A efectos formales, Ramón Rabanera puede hablar en nombre de Álava, puesto que es su diputado general. Pero sólo a efectos formales. Porque, entre las muchas cosas que Rabanera sabe pero no dice, se encuentra el hecho estadístico de que él llegó al cargo respaldado por menos votos que los obtenidos por la coalición PNV-EA. O sea, que él es menos representativo de la población alavesa que los nacionalistas. En efecto, los partidos que apoyan el Gobierno de Ibarretxe lograron en Álava en aquellas elecciones el 43,27% de los sufragios, frente al 28,87% de su PP (el cual, para más inri, contó con los votos que le prestó Unidad Alavesa, partido con el que ahora dista de estar en las mejores relaciones, sobre todo después de que apoyara los Presupuestos del Gobierno vasco).
Pero es que, y aunque prescindiéramos de todo lo anterior, ¿qué futuro pretende este hombre que podría tener Álava fuera de Euskadi? ¿Propondría que fuera reconocida como comunidad autónoma uniprovincial, o trataría de asociarla a Castilla y León, para darle más sentido al condado de Treviño, o a la Rioja, tal vez, por el aquel de los vinos?
Hace falta ser un perfecto botarate para atreverse a formular una amenaza tan ridícula, por absurda y por irrealizable. ¡Y es ésta la gente que se sulfura con los separatismos ajenos, reales o imaginarios!
Puede leerse en el Diccionario de la Academia Española a propósito del adjetivo «rabanera»: «Dicho de los ademanes y del modo de hablar: Ordinarios o desvergonzados».
No es lo mismo. Este Rabanera alavés no tiene nada de ordinario. Es, por contra -y gracias al cielo-, verdaderamente extraordinario. En lo de desvergonzado, en cambio, ya no me meto. Sus vergüenzas -las que tenga- son cosa suya.
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P. D. (Al margen de todo lo cual, y como cosa con su punto.) Un lector me cuenta que hace algún tiempo vio por tierras de España una pintada que decía: «Vascos, ¡qué raros sois!».
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de enero de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de julio de 2017.
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