ETA ha ofrecido una tregua unilateral de dos meses. Afirma que con este gesto trata de facilitar el inicio de una «negociación política» con el Gobierno español.
«A la fuerza ahorcan», dirá el avisado. Sin duda. Los golpes policiales recibidos por la organización armada vasca en los últimos tiempos han sido fortísimos, y han afectado tanto a su estructura dirigente, instalada en la retaguardia francesa, como a su red activista en el interior. Orgánica, política y moralmente, ETA ha sufrido en estos seis meses las andanadas más certeras de su historia reciente. Una materia más que valiosa para la reflexión.
Pero el análisis realista no ha sido nunca el fuerte de la dirección de ETA. Es algo que hemos podido observar en muy diversas ocasiones: cuanto mayor era el acoso al que se veía sometida, más agudo se volvía su empecinamiento. Los últimos comunicados –¿quién, con qué autoridad lo redactaba?– parecían confirmar esta querencia endémica.
Ahora la obstinación se ha quebrado. Y no en un punto cualquiera.
Hace tiempo que los mensajeros del Gobierno español venían diciendo a la dirección de ETA que cualquier reconsideración del mal llamado «contencioso vasco» tenía una condición previa: que la organización armada proclamara una tregua unilateral. ETA se negaba a aceptar ese planteamiento, reclamando del Gobierno de Madrid algunos gestos de conciliación introductorios. Ahora ha cedido: ha dado el primer paso, y eso es fundamental, porque revela que quien quiera que ocupe en la actualidad la dirección de la organización ha comprendido que no tiene capacidad para condicionar el marco de la negociación: que debe atenerse a las posibilidades reales, y que éstas son limitadas. Una posición que está en sintonía con los mensajes que venían emitiendo los deportados de Santo Domingo, y que parece superar las tesis de los Pakito y compañías, aferrados a las exigencias maximalistas de siempre.
Nada es nunca casual, y menos en materia tan delicada. Convendrá tener en cuenta a este respecto, para entender la oferta de tregua de ETA, algunos factores colaterales. Por ejemplo, el hecho de que el Gobierno francés haya decidido el sábado pasado poner en libertad a José Luis Arrieta, «Azkoiti» –un «histórico» de la línea de Txomin Iturbe, tenido por próximo a las posiciones de Iñaki Esnaola y Christiane Fando–, confinándolo en condiciones francamente favorables dentro del territorio francés. Y tampoco debe menospreciarse la influencia que hayan podido ejercer sobre esto las conversaciones que se han venido desarrollando entre el PNV y HB en los últimos tiempos, abriendo un nuevo camino –tortuoso, pero real– al diálogo.
¿Qué es lo que hay de nuevo? Para el observador exterior, quizá poca cosa, aunque en ningún caso desdeñable: que ETA se compromete a no actuar durante dos meses. Pero para quienes nos dedicamos a la hermenéutica vasca, sin embargo, el asunto presenta los signos de algo de gran trascendencia.
Por primera vez desde hace tiempo, ETA parece haber comprendido que no puede seguir haciendo frente a su causa desde la perspectiva maximalista que hasta ahora era de rigor. Que debe tener en cuenta la relación de fuerzas real y, en consecuencia, plantearse lo que se ha dado en llamar una «negociación a la baja».
Afrontamos nuevos tiempos. ¿Decisivos? Sería mucho decir. Baste con dejar constancia de que se ha roto un bloqueo. Lo cual, tal como están las cosas, no es poco.
Javier Ortiz. El Mundo (11 de julio de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de enero de 2018.
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