Los del programa de TVE Al filo de lo imposible se preparan para hacer una nueva proeza de ésas que hacen ellos, que son todas tremendamente arriesgadas y muy meritorias, por más que algunos no siempre logremos verles el chiste e incluso nos parezcan a veces francamente temerarias. No gratuitamente temerarias, desde luego -hay mucho dinero de por medio- pero temerarias, al fin y a la postre.
Esta vez, según oí ayer en la radio, van a escalar varias cimas del Himalaya, alguna por su cara más abrupta. Pero lo que me llamó más la atención -lo que motiva este comentario- no es eso, sino que dijeran que, cuando alcancen la cumbre de una montaña tremenda (el K-2, me pareció entender: la segunda en altura y la primera en peligro del mundo), van a clavar allí una bandera con el nombre de «todos los héroes caídos en los atentados del 11-M en Madrid».
Fue eso lo que me cabreó.
Porque la verdad es que estoy ya más que harto.
Ha logrado hartarme, para empezar, la contumacia con la que los unos y los otros se refieren a los fallecidos en los atentados del 11-M calificándolos de «héroes». Tú te levantas una mañana, te tomas tu café, sales de casa para ir a tu trabajo o a tu centro de estudios, coges el tren de cercanías... y zas, estalla una bomba y pierdes la vida. ¿Eres una víctima? Como la copa de un pino. ¿Lo que te han hecho es una barbaridad, un crimen intolerable? De todas todas. ¿Eres un héroe? Pues no. Un héroe (y que conste que no tengo una opinión invariablemente positiva sobre todos los héroes, ni mucho menos) es alguien que arriesga su seguridad o incluso su vida en defensa de alguien o de algo, material o inmaterial. Los viajeros de los trenes de cercanías de Madrid no arriesgaron el 11-M nada por su propia voluntad. Nadie les dio esa opción.
¿Qué sentido tiene presentar como héroes a quienes no lo son? Me parece evidente que están intentando fabricar con las víctimas del 11-M algún tipo de épica, en plan «caídos por la Patria».
Que no cuenten conmigo para esa inicua utilización política del drama, ofensiva tanto para la inteligencia de los vivos como para la memoria de los muertos.
España padece una inflación de tributos a los muertos el 11-M. Están en todo. A todas horas. No hay inauguración, acto oficial o pregón de fiestas que no se inicie con una referencia al 11-M. Casi tres meses después de los hechos, se siguen guardando minutos de silencio en todas partes y con cualquier motivo. ¿Que empieza un concierto más o menos musical en las fiestas de San Isidro? «¡No estamos todos, faltan 200!», corea un gentío que ni recuerda la cifra exacta de las víctimas ni se plantea lo absurdo que es suponer que hubieran asistido a ese bailongo en el caso de que estuvieran en vida. ¿Que se corona la cima de una alta montaña? Bandera con el nombre de las víctimas.
Veo otro recorte: «Carrera de policías y bomberos en homenaje a las víctimas del 11-M». Es todo así.
No creo en la sinceridad de tanta contrición. Sobre todo cuando muchas veces la protagonizan personas que han dado muestra sobrada de su gélida insensibilidad al padecimiento de otros semejantes, en Madrid y en todas partes.
Me juego lo que sea a que habrá sentidos homenajes y solemnes minutos de silencio mientras las cámaras de la televisión continúen dando amplia cuenta de ellos. Ni un día más.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (4 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.
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