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2002/01/23 06:00:00 GMT+1

Aguas sucias, pero pasadas

Dejo los sentimientos para la vida privada. Tratándose de política, prefiero darles una vuelta de tuerca: me van más los resentimientos.

Pero en caliente. Cuando sirven para algo.

Si uno alienta muchos resentimientos, está obligado a ir dando salida a los caducos. Para que los nuevos encuentren dónde cobijarse. Un tanto al modo en que Brassens decía ante el panteón familiar: «¡Dejen sitio a los jóvenes!».

Ignoro si será verdad eso de que cada cual se mide por la categoría de sus enemigos, pero el hecho es que el gang que fue ayer sentenciado en la Audiencia Provincial de Madrid -unos para bien, otros para mal- no me produce ya emoción alguna. El gallito Barrionuevo, el torvo Vera, el... en fin, ése al que llaman Corcuera... ¿A quién importan, una vez excluidas las esposas recelosas, los suegros con derecho a titularidad de fincas varias, los compañeros de parranda y otros deudos? Si su propio partido ha decidido que ya no les valen ni para una mala excursión a Guadalajara, ¿qué puede tocarnos decir los demás? Pues que vayan con Dios.

Es lugar común afirmar que la justicia lenta no es justicia. Prefiero no imaginar qué convendrá decir cuando, además de lenta, es mala.

No pretendo que la Audiencia Provincial madrileña haya dictado a sabiendas una sentencia injusta. Ya hay demasiadas acusaciones de prevaricación sueltas. Estoy dispuesto a admitir incluso que, con los datos que salieron a la luz en el juicio oral -que son los únicos que podía y debía tener en cuenta el tribunal-, sea verosímil que no hubiera pruebas consistentes en las que basar la condena de Barrionuevo y Corcuera. No lo sé. In dubio, pro reo (y ahora me refiero a los miembros del tribunal).

Siempre he considerado que, en caso de duda, vale más liberar a un probable culpable que condenar a un posible inocente.

Lo que trato de decir, sencillamente, es que ya, a estas alturas, me da igual. Todo. Las absoluciones. Las condenas. Ellos.

No son nada. No pintan nada. ¿Quién podría proponerse recuperar a Barrionuevo y a Corcuera? Y, sobre todo, ¿para qué habría que recuperarlos? Son meras excrecencias del felipismo.

Admito, eso sí, que me produce una vaga satisfacción que ese prodigio de doblez que es Rafael Vera (¿sabrán quienes han sido sus compañeros de banquillo qué determinante papel jugó en el inicio de toda esta historia?) se haya quedado con el palmo de narices que se merece.

Pero, bueno, agua pasada no mueve molino. Ahora son otros los que reparten el pan. Ocupémonos de ellos.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (23 de enero de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de febrero de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/01/23 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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