Nevenka Fernández, que fuera concejala de Hacienda de Ponferrada, ha denunciado por acoso sexual a su ex jefe, el alcalde Ismael Álvarez, miembro del PP.
Gran escándalo.
Leyendo las declaraciones de la señorita Fernández, uno se hace su composición de lugar. Pero las composiciones de lugar son sólo eso, por muy verosímiles y razonables que resulten. Nadie tiene derecho a basarse en la pinta que tiene un asunto -ni éste ni ninguno- para tomar posición pública y poner a alguien en la picota, para escarnio general. Ni siquiera a don Ismael Álvarez. Está por demostrar que acosara sexualmente a la señorita Fernández.
No obstante, en el affaire entre ambos hay ya un cierto número de eso que los juristas llaman hechos probados. Hechos que pueden darse por tales, puesto que nadie niega.
Así, parece un hecho probado que en abril de 1999 el primer teniente de alcalde de Ponferrada, Carlos López, llamó a Nevenka Fernández, hija de un amigo y recién licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de Madrid, para ofrecerle un puesto en la lista municipal del PP.
Es otro hecho probado que Carlos López no tenía constancia de que la señorita Fernández tuviera mayor afinidad con el PP, puesto que le ofreció la posibilidad de figurar en esa lista como independiente. Según lo declarado por ella -y por nadie discutido-, lo que se le ofreció es que se metiera en política a cambio de un sueldo de unas 130.000 pesetas.
También puede considerarse como hecho probado que doña Nevenka aceptó la oferta y salió elegida concejala, y que, tras ello, el alcalde -que ya le había echado un ojo, pero que aún no había tenido modo humano de constatar en la práctica ni sus presumibles méritos ni sus hipotéticos deméritos-, le ofreció ser concejala de Hacienda y Comercio.
«Con un sueldo de unas 300.000 pesetas», precisa ella, a través de su abogado.
Bien, dejemos al margen de momento -de momento, insisto- la acusación de acoso sexual, a la espera de que se sustancie, y quedémonos en la consideración exclusiva de esa práctica de afiliación política practicada por el PP ponferradino, que nadie niega.
Tal vez acabe demostrándose que lo del alcalde Álvarez fue un exceso de celo (de celo como pulsión animal, quiero decir). De lo que no parece caber duda, en todo caso, es de que el PP construye algunas de sus estructuras municipales a golpe de talonario.
De probarse lo primero, estaremos ante un escándalo. Pero individualizable.
Lo segundo es ya, de hecho, un escándalo político demostrado.
Javier Ortiz. El Mundo (31 de marzo de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de abril de 2012.
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