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1998/02/21 07:00:00 GMT+1

Acoso y derribo

La «coalición negativa» -nombre políticamente correcto que dan ahora a lo que antes llamaban «la conspiración republicana»- contó con personal de tres géneros básicos.

Estaban, en primer lugar, los que se oponían al felipismo a sabiendas de que con ello contribuían a la victoria de José María Aznar, lo cual no les incomodaba nada.

Estábamos, en segundo término, los que combatíamos el felipismo porque nos parecía inaceptable de todo punto, aunque nos fastidiaba que con ello se beneficiara el PP, partido por el que no sentíamos la menor simpatía política.

Y estaban por último aquellos que, como Luis María Anson, eran capaces de criticar con ferocidad algunas cosas de Felipe González, pero solo en la medida en que eso lo veían conveniente para que José María Aznar llegara cuanto antes a La Moncloa. Obraban no por antifelipismo de fondo, sino por puro aznarismo. El propio Anson lo explicó claramente en Tiempo: lo que le molestaba de González es que «bloqueaba la alternancia». Fuera de eso, le parecía un hombre «cordial, seductor e interesante», que «lo hizo bien». Ahí es nada.

En resumen: que, mientras unos combatían el felipismo al margen de que eso contribuyera a la victoria del PP y otros lo hacíamos a pesar de que así ayudábamos a Aznar, Anson se oponía a González solo para adelantar la victoria del PP.

La «coalición negativa», tal como la pintan estos días, no existió nunca. No voy a repetir los argumentos que se exponen aquí al lado, justo a mi derecha: son de cajón. Lo que sí existió fue una confluencia de antifelipistas varios, cada uno de su padre y de su madre, a los que era prácticamente imposible poner de acuerdo en nada que no fuera criticar el felipismo. Y a veces, según los temas, ni en eso.

¿Por qué existió tal confluencia? Es sencillo: porque enfrente había otra, mucho más poderosa. A lo largo de sus muchos años de gobierno, el felipismo urdió una densísima red de intereses, que abarcaba a políticos, magistrados, banqueros, empresarios del mundo de la comunicación, periodistas... Me parto de la risa cuando leo y oigo ahora a algunos afirmar que «hubo algunos periodistas que no se limitaron a cumplir con su deber de informar». ¡Habráse visto! ¿Cumplieron ellos acaso con ese deber? ¡Pero si hicieron lo posible y lo imposible para ocultar la corrupción y el crimen de Estado!

Por lo demás, es falso que la prensa deba limitarse a informar. Hay muchos países en los que los diarios toman posición política, e incluso incitan a sus lectores a dar su apoyo a tal o cual candidato. Qué conjura ni qué mandangas: dijimos a las claras que deseábamos la derrota de González. En las urnas, claro: ¿dónde, si no?

¿«Acoso y derribo»? Podíamos acosar con hechos y con opiniones. Pero el derribo del felipismo solo podía ser obra del electorado.

Y eso fue lo que pasó: que el electorado lo derribó. Y eso es lo que no soportan que ocurriera.

Javier Ortiz. El Mundo (21 de febrero de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de marzo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/02/21 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: el_mundo felipismo 1998 aznarismo anson conjura | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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