Siempre me ha interesado la política. Ya de niño -porque yo también fui niño, no se crean- sentía pasión por conocer lo que pasaba en el mundo. Recuerdo que seguía con mucho entusiasmo las noticias sobre Corea y Cuba. Mis simpatías políticas eran a la sazón un tanto eclécticas y admiraba por igual al general Douglas MacArthur y a Fidel Castro (algo que, de haberlo sabido, es improbable que hubiera hecho las delicias de ninguno de los dos). Llegado a la adolescencia, dejé de lado el eclecticismo -de manera un tanto excesiva, a decir verdad- y dí en pensar que todos los MacArthur del universo eran unos perfectos asesinos y todos los Castro del mundo, por el contrario, unos benditos. Y aunque con el paso de los años fuera alterando parcialmente mi modo de pensar -seguía viendo asesinos por todas partes, pero cada vez encontraba menos benditos- mi pasión por la política se mantuvo incólume: venga a labrar mi ruina comprando libros y más libros, venga a leer diarios y revistas, venga a escuchar la radio. Y en ésas he seguido.
Hasta hace poco. Les cuento. Una buena mañana, hace unos meses, cuando me estaba afeitando con la inseparable compañía de las noticias, me di cuenta de una cosa insólita: ¡me había distraido! ¡Estaba pensando en otra cosa! El incidente me dejó, como se pueden imaginar ustedes, bastante preocupado.
Días después, se me manifestó idéntico síntoma, pero de modo aún más agudo: me apercibí de que... ¡ni siquiera había encendido la radio! Mi alarma se convirtió ya en pura consternación cuando, una semana más tarde, un día festivo, avanzada la jornada, comprobé -vergüenza me da decirlo- que... ¡no había comprado los periódicos!
Llegado a ese punto, corrí a la consulta de Gervasio Guzmán, mi amigo médico. «Tiene que ser un problema de vitaminas -le dije-. Fósforo, quizá». Gervasio, con una sonrisita que no supe a cuento de qué venía, mandó que me hicieran un montón de análisis.
Cuando sus colegas se hartaron ya de pincharme y le dieron los resultados de su macrorrepaso, me citó. «Mira -soltó Gervasio-. He aprovechado tu alarma para hacerte un chequeo porque, si no, contigo no hay manera. Pero tu problema con las noticias no tiene nada de clínico. En mi criterio, si cada vez te interesas menos por la política es por una simple razón: porque cada vez es más aburrida».
Abandoné su consulta perplejo. ¿Y si tuviera razón? A partir de entonces, me he dedicado a mirar la actualidad política desde esa perspectiva. Y he constatado: a) que en el mundo ocurren muchas cosas, pero ninguna que anuncie una transformación profunda, nada que nos anime a encarar el futuro con entusiasmo; y b) que, de Major a Clinton, de Menem a Yeltsin, de Kohl a González, la carnada actual de políticos gobernantes es la más mediocre de lo que va de siglo.
Sumen a) y b) y obtendrán la fórmula del perfecto aburrimiento.
Javier Ortiz. El Mundo (3 de noviembre de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de noviembre de 2011.
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Escrito por: Talio.2011/11/10 21:14:37.787000 GMT+1