Ayer me tocó programa doble como conferenciante: por la mañana en la Universidad de Deusto en San Sebastián -el viejo EUTG, donde yo no inicié mis estudios universitarios, porque me dedicaba a hacer de todo menos estudiar- y por la tarde en Bilbao, en una charla organizada por los jóvenes de Ezker Batua. A la conferencia de la mañana, de acuerdo con el lugar, le di un enfoque más académico. La de la tarde, centrada en el análisis del papel de los medios de comunicación en este momento prebélico, tuvo un carácter más abiertamente político.
Hablamos en el coloquio sobre el papelón de Aznar, sobre el desgaste que está sufriendo el Gobierno... Alguien del público me preguntó: «¿Y cómo podría arreglárselas para distraer la atención de la opinión pública y que se hable de otras cosas?». Respondí que las «otras cosas» de las que cabe hablar, empezando por el desastre del Prestige, tampoco le son precisamente muy favorables. Y añadí: «En estas condiciones, lo único que puede ayudarle es que se produzcan atentados de ETA. De haberlos, tendrá materia para desviar la atención de los medios de comunicación durante todo el tiempo que pueda... y bastante más».
Tras la charla, bajo un lluvia helada, extraña para Bilbao, regresé al hotel. Conecté la radio y me enteré: la Ertzaintza había desactivado una potente carga explosiva colocada en un cruce de carreteras de Bizkaia, preparada para hacerla estallar a distancia, probablemente al paso de algún vehículo.
Los latinos aconsejaban estudiar las acciones humanas más oscuras planteándose una pregunta: Cui prodest? ¿A quién beneficia? Tenían comprobado que, con mucha frecuencia, el beneficiario del hecho solía ser su instigador, si es que no su autor material.
De haberse producido el atentado al que estaba destinada la carga explosiva, Aznar habría logrado cambiar de tercio por un cierto tiempo. Y habría tocado a base de bien las narices a la oposición, reclamándole que dé prioridad «a la necesaria unidad de todos los demócratas», etcétera, etcétera.
No pretendo que la bomba la pusiera el PP. Tampoco que ETA quiera ayudar a Aznar. Me limito a decir que conviene reflexionar sobre el sentido y la función que tienen -o adquieren- las acciones humanas. Aquello que parece absurdo puede ser efectivamente absurdo.
Pero también es posible que sólo lo parezca.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (19 de febrero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de febrero de 2017.
Comentar