No sé si será un resultado alucinatorio de la astenia que arrastro, provocada -supongo- por el espantoso calor de estos días, pero tengo la desagradable sensación de que todo se desarrolla a gritos. Todo: la obra tremebunda que me han montado en el solar de al lado de casa, las broncas entre automovilistas, los debates parlamentarios, los programas de televisión...
Ayer noche, cansado del día y aprovechando que las máquinas excavadoras y los bulldozers de mi obra pública predilecta habían apagado ya sus malditos motores y dejado de dar golpes, me tumbé en el sofá a ver la televisión. Empecé a repasar los programas disponibles y comprobé que, salvando los temáticos de recepción por satélite, todo lo que podía verse era espantosamente ruidoso, crispante: una jovencita que berreaba una canción de letra absurda y de fondo rítmico obsesivo, una gente que se chillaba discutiendo sobre asuntos conyugales ajenos (de este tipo me pareció que no había un programa, sino varios), una película disparatada sobre la ocupación de un estadio por unos tipos muy trajeados que hacían estallar bombas y daban tiros sin parar, unos anuncios cuyo desarrollo ni siquiera parecía tener relación alguna con los productos publicitados (los spots sobre automóviles son cada vez más surrealistas)...
El conjunto me produjo una sensación como de pesadilla, alucinógena.
Llegué a plantearme si me encontraba enfermo o si es la vida social misma la que ha enfermado.
Concluí que probablemente son las dos cosas: que me enferma lo enferma que está la vida social.
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Nota.- Esta página volvió a alcanzar ayer su record de visitas por día: 1.334, según el contador independiente Nedstat. Mi agradecimiento.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (19 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2017.
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