Todos los sondeos y análisis de resultados electorales que se han realizado en los últimos años ponen de manifiesto un hecho que ya hay que dar por indiscutible: el PSOE en general, y González en particular, obtienen sus mejores índices de aceptación, con enorme diferencia, entre los votantes de más de 65 años.
Tómese a modo de ejemplo el último sondeo de Sigma Dos para El Mundo. Según éste, sólo el 11,8% de los votantes de entre 18 y 30 años tiene una opinión «buena» o «muy buena» de González; el porcentaje sube un poco (al 15,4%) en el tramo de edad que va de los 30 a los 45; se incrementa otra miaja (18,6%) en el segmento que va de los 45 a los 65 años... y se dispara hasta alcanzar el 41% -¡más del doble!- cuando los encuestados superan esa edad.
No me digan que la cosa no tiene su aquél.
Habrá quien atribuya el singular fenómeno al apartamiento de los ancianos del mundo laboral y a su dependencia de las pensiones que paga el Estado. No digo que esos factores carezcan por entero de relevancia, pero me cuesta creer que lo expliquen todo. No veo que por contar más de 65 años tenga uno que incurrir en la simpleza de atribuir a González el pago de unas pensiones que, por lo demás, no son tampoco como para lanzar hurras y dar botes de alegría.
Mi teoría al respecto va por otro lado. Para mí que este salto abismal en la opinión tiene muchísimo que ver con la edad. Pregunta: ¿qué tienen quienes ahora están por encima de los 65 años que los demás ciudadanos de este país no tengamos? Respuesta: la experiencia de la Guerra Civil. Toda su infancia y juventud -es decir, todo el tramo vital en el que se configuran los trazos indelebles del modo de ser y sentir de las personas- estuvo marcada por aquel episodio cruel y desgraciado que dividió nuestra sociedad en dos bandos separados por el odio. Quienes hoy son ancianos pasaron los primeros años de su vida oyendo hablar a sus seres más queridos sea de los «comunistas asesinos» sea de los «fascistas asesinos»: de algún tipo de asesinos, en todo caso, a los que había que maldecir y, a ser posible, exterminar.
¿Qué tiene que ver esto con González? Pues mucho. Supongo que no les habrá pasado inadvertido a ustedes que, cada vez que las urnas asoman por el horizonte, el actual presidente del Gobierno se lanza al ruedo público y repite una y otra vez el mismo mensaje: sólo votando a su favor se puede evitar, a la vez, que «venga la derecha» y que «triunfen los comunistas». Apela con ello a los resquemores más profundos que habitan en el alma de los supervivientes de las dos viejas Españas.
No hay nada de casual en su insistencia en el coco de la «pinza». Lo hace para conjurar los fantasmas del pasado: unos fantasmas que ya no asustan casi nada a los menos viejos, pero que aún siembran el pánico entre los más ancianos.
González es -qué tristeza- el candidato de la guerra civil.
Javier Ortiz. El Mundo (17 de diciembre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de diciembre de 2012.
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