El excelentísimo alcalde de Torrevieja (Alicante) es un señor del PP. Me han dicho cómo se llama, pero ya no me acuerdo. Y además, a los efectos, da igual. El alcalde de Torrevieja -y eso es lo que importa- es un señor del PP que ha tomado una decisión histórica y astutísima: que las Fuerzas de su Nuevo Orden Local multen con 5.000 pesetas a todo vecino que sea sorprendido tomando la fresca sentado a la puerta de su casa.
Lo de tomar la fresca a la puerta de casa es una de las pocas costumbres colectivas sanas que quedan en nuestras zonas calurosas y turísticas. Hace un mes, me invitaron a una fiesta de cumpleaños en el barrio antiguo de Alicante, y era una gloria ver a los invitados ocupando la callejuela, riendo, bailando y bebiendo, y a un grupo de vecinas un poco más allá, también sentadas a la fresca, jugando al parchís, y a los otros de un poco más lejos, igualmente en la calle, charlando pacíficamente. Para quienes miramos con ojos cada vez más desconfiados el avance de eso que llaman progreso y modernidad, estas formas de sociabilidad y tolerancia acaban resultándonos un preciado tesoro. Pero el único tesoro que parece importarle al excelentísimo alcalde de Torrevieja es el de las arcas municipales. Se ve que es un moderno -un moderno del PP, eso sí- y que a él lo que le gustaría es que en las calles de Torrevieja no se viera más sillas que las de las terrazas debidamente autorizadas. Como en la capital. Y si las sillas son de diseño, mejor que mejor.
Dice el alcalde que a él lo que le preocupa es que los turistas y otros deambulantes veraniegos no puedan pasear cómodamente por culpa de los vecinos que toman la fresca. Ande y que le zurzan. Si en Torrevieja hay paseantes nocturnos que se sienten molestos por las costumbres de los vecinos, que se vayan a Benidorm, o directamente al guano. Hasta ahí podíamos llegar: ahora resulta que los visitados van a tener que ajustarse a los gustos de los visitadores. Y si a los turistas que van a Torrevieja les caen gordas las habaneras, a las que tan aficionados son los locales, ¿qué hará el alcalde? ¿Organizará el año próximo un concurso de corales y polifonías de bakalao?
Si el excelentísimo alcalde de Torrevieja no fuera como parece que es, pagaría 5.000 pesetas mensuales a cada vecino para que se sentara con sus amigos, con los abuelos, las abuelas y los críos, a tomar la fresca en la calle, a cantar, a jugar al parchís y a beber absenta de la Vila y vino de Monóvar, lo que daría al pueblo un aire menos de plástico, menos impersonal, mucho más humano. Y que los turistas que vayan a Torrevieja lo hagan porque les gusta todo eso, y no porque ofrezca los mejores perritos calientes y las mejores hamburguesas de todo el Mediterráneo.
Torrevieja debe recuperar la vieja consigna: «¡A la calle!».
Aunque solo sea para sentarse en ella a tomar la fresca.
Javier Ortiz. El Mundo (13 de agosto de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de agosto de 2011.
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