Según la mayoría de los expertos en realidades penitenciarias, los 15 años marcan el límite promedio de lo que una persona puede pasar en en prisión sin sufrir trastornos irreversibles de la personalidad.
Se trata, ya digo, de un plazo medio. Algunos reclusos sufren su particular quiebra psicológica antes; otros resisten más. Pero nunca, desde luego, hasta alcanzar el plazo de los 30 años. No digamos el de los 40.
Según la nueva propuesta del PP, apoyada por el PSOE, los miembros de ETA que ingresen en prisión con veintitantos años saldrán a la calle ya jubilados.
Nadie es capaz de reincorporarse a las pautas colectivas de comportamiento en libertad después de haber vivido durante 40 años separado de la vida social, encerrado en un universo de unos cuantos cientos de metros de extensión y con una población unisexual de otros tantos cientos.
Alguien que regresa a la calle tras 40 años de aislamiento está ya incapacitado para la vida en libertad. Sacarlo de la cárcel equivale a someterlo a una nueva condena.
Item más: las personas encarceladas durante tanto tiempo sufren un deterioro físico muy superior al que experimentan sus congéneres libres. A falta de horizontes con los que ejercitarse, la vista se estropea a marchas forzadas. La alimentación, poco variada y de escasa calidad, apunta directamente al aparato digestivo. La dentadura y el pelo suelen entrar también en barrena.
Lo físico repercute en lo psicológico, y al revés. Los males se potencian mutuamente.
Por decirlo brevemente: aplicar por sistema condenas de 40 años de cárcel equivale a reestablecer la pena de muerte por una vía doblemente cruel, que impone al reo una lentísima y espantosa agonía.
Es, sencillamente, un espanto.
Aparte de lo cual, y desde el indescriptible entusiasmo que me produce encarar el paso de año con una gripe descendente, pero aún activa, y un dolor de muelas ascendente -gran cosa, esto de los turnos-, permitidme que os haga llegar mis mejores deseos de felicidad.
He dicho deseos, no esperanzas. (Estoy yo como para entonar villancicos.)
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (31 de diciembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.
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