Hay fechas que me provocan especialmente. Ésta que acabo de escribir es una. Ni sé la cantidad de artículos que habré publicado a lo largo de los años en el día de hoy hablando de este rincón del calendario.
En alguna ocasión lo he hecho para evocar la canción de Brassens que lleva por título, precisamente, Le 22 Septembre, y que le sirvió al gran Georges para reírse bien a gusto de las tonterías que los humanos solemos pensar (y escribir y hacer y padecer) cada vez que nos deja plantados alguno de esos amores que nos da por llamar «el amor de mi vida».
Aprovecho en ese caso el día para felicitarme yo también por haber superado alguno de esos ataques de honda melancolía -aunque no recuerdo que nadie me abandonara precisamente un 22 de septiembre- y, ya de paso, y como el de Sète, para pensar que, bien mirado, es verdad que resulta un tanto triste no estar ya triste por ningún amor perdido.
Menos poético, aunque todavía más triste, es el otro motivo que me viene cada año a la cabeza tal día como hoy, y que no me es posible olvidar, mayormente porque las radios dan la vara con él hora tras hora: la cosa esa del Día Internacional Sin Coche.
Pensaba yo hoy, según oía las noticias de las 7, que ya había agotado la totalidad de mis argumentos al respecto, incluyendo los muchos que cada tanto me sugería la insólita gestión de Sigfrido Herráez, que se presentaba como responsable madrileño de Movilidad Urbana (nombre que, habida cuenta del permanente atasco en el que vive la capital del Reino, tenía su aquel). Ahora ni siquiera sé si el imaginativo personaje, por el que llegué a sentir una enorme gratitud -pocos me han hecho reír tanto y tan a gusto-, sigue al frente de ese área municipal de inutilidades varias o si se ha largado ya con el silbato a otra parte.
Decidido estaba ya casi a dejar pasar sin comentario el Día Internacional de las narices cuando el noticiario me ha aportado un dato nuevo, o al menos desconocido para mí, que es el apoyo que una organización ecologista capitalina aporta a la pavada de la alcaldía. Me ha dejado de asfalto, más que de piedra. Creo que fue el año pasado cuando comenté que los ecologistas de Vitoria habían invitado a la población a celebrar el Día Internacional Con Coche, sacando todos sus vehículos y metiéndose con ellos en el centro de la ciudad para dejar claro hasta qué punto es absurdo y nocivo para la salud física y mental de la ciudadanía el modo de transporte que rige en nuestra sociedad. Pues nada, en Madrid, todo lo contrario: aplauden las chorradas que patrocina Ruiz Gallardón, fiel sucesor de Álvarez del Manzano, para disimular la barbaridad que supone su línea de gestión, que pasa por la construcción constante de aparcamientos en el centro, para que todos los locos que se empeñan en meterse con su cochecito hasta la cocina continúen haciéndolo.
Si el alcalde piensa que es posible que Madrid funcione sin mayores problemas durante un día laborable pese a las medidas municipales que dificultan durante ese día la circulación de vehículos privados, ¿por qué no hace extensivas tales medidas a los 364 días restantes del año?
Los ecologistas madrileños critican que el Ayuntamiento de Barcelona se haya descolgado de la convocatoria esta del Día Sin Coches, en vez de concentrarse en la crítica de la decisión del Ayuntamiento de Madrid de apoyar la celebración sistemática y delirante del Año Con Coches. Si quieren criticar al Ayuntamiento de Barcelona, háganlo por su política general de Movilidad (o de Inmovilidad) Urbana, no por la bobada del Día Sin Coches.
En tiempos muy muy lejanos, había en TVE un programa que se llamaba «Reina por un día». Consistía en que cogían a una pobre mujer y la agasajaban hasta el hastío. Un amigo de mi padre, republicano él -el amigo-, solía comentar: «Sí, reina por un día... y súbdita por el resto de su vida».
Es lo mismo que cabe decir del Día este Sin Coches.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (22 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de septiembre de 2017.
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